Revista Cultura y Ocio
David González: Así llegan los crímenes (15):
Publicado el 12 diciembre 2014 por David David González15
No me duelen prendas en reconocerlo: la tía, Manuela, se portó bien conmigo. Me regaló mi último viaje a París y más de tres años de escritura. Je suis votre valet de chambre, solía decirme, riéndose, cuando entraba en mi estudio, después de llamar a la puerta, a las once de la mañana y a la una, las cuatro y las siete de la tarde, a servirme un café con leche, un buchito, y a vaciarme los ceniceros. Yo le daba las gracias y también un beso rápido en los labios y continuaba escribiendo. Es menester, no obstante, para que no haya malentendidos, dejar clara una cosa: lo hacía ella porque le daba la real gana, porque le salía de los ovarios: ni yo se lo pedía ni, mucho menos, se lo ordenaba o la obligaba a ello. Esto que quede claro. La cocina, me explicaba, y todo lo que tenga que ver con ella es mi territorio. Pues vale, pensaba yo, tú misma, no vamos a discutir por eso. La escritura es el mío. Es algo que entiendo. La escritura. A las mujeres, no. Por ejemplo. De esta casa se han ido dos mujeres. Chica y Manuela, como ya sabes. Y las dos, al irse, han dejado aquí la mayor parte de sus pertenencias. Ropa, sobre todo. ¿Pero sabrías decirme cuál es la única prenda que ninguna de las dos se dejó? Exacto. Las bragas. Y no lo entiendo. No entiendo sus razones. ¿Qué pensaban que iba a hacer con ellas? ¿Ponérmelas? ¿Olisquearlas? ¿Venderlas en el rastro los domingos por la mañana? ¿Qué? Claro está que ni Chica primero ni Manuela después podían sospechar que yo ya poseía unas bragas que llevarme a las narices. Unas, en concreto, que no solo olían a coño, sino también a poesía. Las bragas de
David González
12/12/2014
Fotografía de B. Casáñez Clemente.
Lee el capítulo anterior de Así llegan los crímenes:
ASÍ LLEGAN LOS CRÍMENES 14