Estos días, releyendo los poemas de mis libros, reescribiendo algunos, me encontré con este texto en prosa del libro Anda, hombre, levántate de ti (Bartleby Editores, 2004) y me apeteció compartirlo contigo:
EL HOMBRE DEL EX LIBRIS
Hace ya algún tiempo, tres años o así, y por razones poéticas que ahora no vienen a cuento, el editor de este libro, Pepo Paz Saz, me regaló un ex libris personificado con mi nombre de pila, mi primer apellido y un grabado que refleja con sorprendente acierto mi personalidad, mi manera de entender la vida y mi actitud a la hora de enfrentarme a ella, pero que, además, podría servir muy bien como metáfora de la poesía que trato de escribir.
En este grabado, una figura humana se recorta contra una luna llena y contra una noche en la que brillan innumerables estrellas. La figura encarna a un hombre joven, alto y delgado. Los rizos de su pelo se enredan en las astillas de madera que se ha echado sobre la espalda. La columna vertebral, como era de esperar, se dobla bajo el excesivo peso del HAZ de leña.
A pesar de la insistente, y por qué no decirlo, tentadora llamada de las estrellas, el hombre del ex libris no despega de la tierra estéril las suelas, corroídas, de su mirada triste y, en cierta medida, resignada, aunque no, todavía no, rendida. Ni siquiera le presta atención, la menor atención, a los tercos ladridos del perro, un foxie, que se le enredan entre los pies, entorpeciéndole, aún más si cabe, la ya de por sí penosa caminata. En ningún momento, ya digo, nuestro hombre pierde de vista el camino que se ha trazado de antemano y por el que avanza con dificultad, lentamente: levantar un pie para dar el siguiente paso le supone un esfuerzo considerable, agotador, sobrehumano.
Pero lo da.
Otro paso.
Y aunque la luz de esas mismas estrellas, en conjunción con la de la luna llena, debería ser más que suficiente para aclarar el terreno que se pisa y no tropezar con ningún obstáculo, el hombre del ex libris no las tiene todas consigo, por lo que se alumbra, por si acaso, con un farol de mano.
La leña es un bien muy preciado. Con ella se hace un fuego. O se alimenta uno ya encendido.
Las manos no tardarán en llegar.
David González en Anda, hombre, levántate de ti (Bartleby Editores, 2014).