Revista Opinión

David Ricardo: Principios de economía, política y tributación (1817)

Publicado el 09 febrero 2015 por Polikracia @polikracia

Ricardo es el precursor del método teórico de análisis que los economistas del siglo XX adoptarían más adelante. Hijo de un acaudalado corredor de bolsa, se casó con una mujer cristiana. Con este acto desairó las tradiciones endogámicas judías, motivo por el cual fue desheredado. Gracias a sus contactos y su habilidad para las finanzas acumuló en pocos años una considerable fortuna.

No obstante, fue el libro La riqueza de las naciones  de Adam Smith el que le introdujo a la economía. En sus primeros trabajos se planteaba problemas monetarios, llegando a sostener que la inflación de la época era resultado de una emisión excesiva de billetes. Los debates monetarios llevaron a David Ricardo a trabar amistad con James Mill, el historiador de la India padre de John Stuart Mill y con el influyente Thomas Robert Malthus.

El problema principal de la Economía Política consiste en determinar las leyes que regulan la distribución del producto total de la tierra, que se adjudicarán a cada una de las tres clases de la sociedad –propietarios de la tierra, los del capital y los trabajadores-. En su libro trata temas como la influencia de la maquinaria sobre el valor de los bienes, la distribución de la renta, el comercio exterior y la maquinaria. Profundizaremos en estos dos últimos, en la maquinaria en un segundo artículo.

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La gran contribución de Ricardo en materia de comercio exterior es la ventaja comparativa. Esta lógica se basa en la idea de la división del trabajo de Adam Smith: lo óptimo para un país es especializarse en la producción de lo que un país puede elaborar. Sin embargo, va un paso más allá y propone que un país debe especializarse en las actividades donde más ventaja tiene, lo que supone que no debe especializarse en todo lo que hace mejor que otros.

Un ejemplo sencillo de esta idea, que utiliza el propio Ricardo en su libro, sería la producción de tejidos y vino en Inglaterra y Portugal. Incluso en el caso en que un país produzca más caro que los demás, puede haber ganancias en el comercio. Suponemos que Portugal produce más barato tanto el vino como los tejidos. La clave radica en la especialización de cada país en la producción más competitiva en términos relativos, no absolutos. Como Portugal es más competitivo en vino, le conviene especializarse en su producción y comprar los tejidos de Inglaterra, aunque podría producirlos localmente a mejor precio. Portugal obtiene más beneficios con el margen que obtiene produciendo vino que si su economía produjera vino y tejidos, porque en los tejidos es menos competitivo relativamente.

Una de sus conclusiones más interesantes es que los perfeccionamientos de una manufactura en un país cualquiera y dado un sistema de libre comercio tendería a alterar la distribución de “los metales preciosos” entre todas las naciones: tienden a aumentar la cantidad de mercancías y, al mismo tiempo, a elevar todos los precios en el país donde el perfeccionamiento ha tenido lugar.

A grandes rasgos se aprecia también esta lógica en el comercio internacional. Los países se especializan en lo que mejor producen dada su situación relativa en sueldos, costes, recursos naturales y tecnología, etc., El modelo Heckscher–Ohlin desarrolla esta teoría, haciendo énfasis en la importancia que una fuerte posición en alguno de los factores de producción supone para las ventajas de los países; materias primas, fuerza laboral o capital pasarían a determinar la ventaja comparativa. Ejemplos del modelo Heckscher–Ohlin en acción son la ventaja de Oriente Medio en petróleo y de China en fuerza laboral relativamente barata.

Para Ricardo, el comercio exterior no produce nunca como efecto inmediato un aumento en la totalidad de los valores de un país pero puede contribuir muy poderosamente a aumentar la masa de bienes y, por lo tanto, la suma de satisfacciones. Estudia con ejemplos sencillos el comportamiento de los comerciantes que, guiados por su propio beneficio destinarían el capital a las oportunidades de comercio. Este estudio, en el capítulo VII del libro, demasiado complicado como para ser plasmado en estas líneas, pone de manifiesto el afán modelizador del economista.

La teoría del valor y la teoría de la distribución reafirman la conclusión de política económica: con proteccionismo agrícola y cereales caros el tipo de beneficio tiende a caer, con lo que se impone la necesidad del libre cambio. La conclusión económica era inmediata: había que suprimir la protección a la agricultura, para que la llegada de trigo barato del exterior permitiese abandonar las tierras peores, o cultivar con menor intensidad de capital y trabajo, lo que reduciría las rentas y aumentaría los beneficios.

 


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