La gastronomía no es sólo comida. Es cultura y diversión, sociabilidad entre semejantes que utilizan unas horas del día para que éste valga más la pena. Es jugar y sorprenderte aunque repitas ración y lugar, mesa y propuesta. Y no pasará en el nuevo restaurante -por categorizarlo- italiano del Eixample. De nombre largo e intuitivo (Davita Italian Gastro Market), propone que nos levantemos de la silla (todo un reto para esta ciudad) y vayamos a buscar la comida. No vendrá sola. Caminaremos entre puestos de mercado especializados en diferentes propuestas siempre italianas y veremos y escogeremos interactuando con el cocinero para volver después a la mesa y comparar elecciones. Una burrata para compartir de primero, unos taglioline para ti y una pizza diavolina para mí que habremos ido a buscar parejos, y una panacotta final entre proseccos y lambruscos de nombre exótico. Divirtámonos.
Web: Dirección: Rosselló, 231
Precio medio: 15€. Ensalada de mozzarella de búfala, 8,45€; carpaccio di tonno rosso, 11€; Pastas, desde 7,25€. Pizzas, desde 6,90€. Vinos a copa, desde 2,25€.
Imprescindible: Ir y aprender. Volver y corroborar. Enseñar y triunfar. Tagliolines con setas y trufa negra . Amar.
Horario: De lunes a miércoles, de 08.00 a 24.00h. De jueves a sábado, hasta las 01.00h. Domingos, de momento cerrado.
Davita Italian Gastro Market
Según Cultibar
En palabras de su propietario, Sergi Farrés, Davita es la mezcla de un casual dining y un mercado gastronómico. En las nuestras, un aliciente a la buena mesa, un "do it yourself" diferente para una velada amable, una excusa para conocer mejor la gastronomía del país vecino, la razón vinculante de cualquier elección. Un juego divertido que empieza al entrar cuando te reciben tarjeta en mano. "Pásala por la máquina tras la elección". Reto inicial para contadores de dinero (aunque en cada parada sabes qué cuesta cada plato y cuánto llevas acumulado) pero un story telling perfecto y posterior para presumir ante noveles.
Hasta nueve paradas conforman Davita. En la primera, la cantina, te nutres de tapas italianas (sí, un modelo medio nuevo a base de porciones de lasagnas de setas, pequeños canelones o tapa pastas, vasitos con pastas rellenas como pincho) para cualquier hora intermedia. Después, una de antipasti, ensaladas, de pizzas, de todo tipo de pasta y acompañantes, o de postres. Todo a base de producto italiano (si la pizza lleva jamón será prosciutto di Parma) elaborado al momento y a la vista del comensal. Son tagliolines o spaghettis de huevo con salsa carbonara o con setas y trufa negra, pizzas con farina di farro como la Emilia Romagna -con mozzarella di bufalla fresca- o la Burratina -con burrata fresca-, ensaladas de mozzarella con tomate fresco, sandía, mango a la menta y reducción de balsámico o carpaccios di tonno rosso con guacamole y pistachos.
Opciones mil para que compongas tu partitura y encuentres acomodo en mesas altas, bajas o bajo un tenderete de circo; mesas todas ellas con espacio y luminosidad, que es un mercado mediterráneo. Habrás maridado la sinfonía con un vino italiano o con una cerveza Moreti (aunque tienen Heineken de tirador) y habrás comprobado que la comodidad y el disfrute gastronómico no está reñido con el caminar. Un tiramisú de postre finalizará el ágape, tras el que mostrarás tu tarjeta a la salida con una sonrisa. Atrás habrás dejado un jornada culinaria diferente que culmina en tiempo añadido en esa terraza interior con la que empieza o acaba el bar. Replantándote conceptos de comodidad adquiridos, entendiendo nuevos formatos, alegrándote de vivir.