Revista Cine
El caballero normando Chrysagon de la Crue (Charlton Heston) llega en compañía de su hermano Draco (Guy Stockwell) y el fiel Bors (Richard Boone) a las inhóspitas marismas que el duque le ha entregado tras veinte años de batalla, con la condición de que imponga su voluntad entre los vasallos y las proteja de los ataques frisios. Son tierras de druidas, de supersticiones muy arraigadas entre sus gentes... y de la hermosa Bronwyn (Rosemary Forsyth), prometida y virginal pastora, una obsesión para Chrysagon desde que la descubra desnuda y asustada en las aguas pantanosas. Convertida en el descanso que todo guerrero sueña, no podrá por menos que hacer valer la tradición de un pueblo, su derecho de pernada. Con la llegada del alba y el reclamo de la desflorada a su prometido, reventará la gangrena del deseo y el señor se convertirá en amo. Desde su desordenada torre se defenderá de frisios y lugareños con el único consuelo de la amada Bronwyn.Ambientada en la Nourmandie del siglo XI, reproducida con total acierto en Universal City, The war lord (El señor de la guerra, 1965) de Franklin J. Schaffner pasa por ser uno de los títulos más emblemáticos y clásicos del cine de la época medieval. Narración épica y de aventuras por tanto, pero también un sobresaliente muestrario de sutilezas, fidelidades, lealtades y envidias humanas, de miradas soterradas y puñales incandescentes que enquistan a la vez que sanan. Un apasionante film a cuyo rodaje asistió un joven Spielberg y tomó buena nota del mismo y del que tan contentos con el resultado quedaron director y estrella que tres años después acometerían juntos una de las cumbres del cinéma fantastique: Planet of the apes (El planeta de los simios, 1968), donde el jinete cazador Chrysagon pasaría a ser la presa George Taylor.
Pero hablar de The war lord es hacerlo de mucho más que cine. Es hacerlo de la belleza de Rosemary Forsyth, la rubia actriz de Montreal que cuando se transformó en la ingenua y trágica Bronwyn cautivó al poeta barcelonés Juan Eduardo Cirlot (1916-1973), quien le dedicaría un ciclo de más de 600 páginas repletas de símbolos, anagramas y variaciones fonovisuales, la delicada mujer como centro del lugar que renace eternamente. Es hacerlo de cómo Orco-Lucha mató al Dragón, mitades de Géminis. Del nacimiento de la vida en el agua. Del cansancio del hombre.
The war lord (El señor de la guerra, 1965)
En el libro 1001 películas que hay que ver antes de morir (Editorial Grijalbo) se detallan 3 títulos de F. J. Schaffner: Planet of the apes (El planeta de los simios, 1969); Patton (1970) y Papillon (1973).