Rodada con cámara en mano ante la determinación de Woody Allen por dificultar la visión y captar toda la atención del espectador, Husbands and wives (Maridos y mujeres, 1992) marcó tanto el fin profesional del director con Mia Farrow (los 13 títulos que el de Brooklyn nos entregó entre 1982 y 1992) como la ruptura de su relación sentimental, aireada por la prensa especializada y de cotilleo de medio mundo.
Resultaba, resulta, imposible abstraerse del momento que atravesaba la pareja, pese a la insistencia del director porque no buscásemos la correspondencia de sus reproches con los de sus personajes, una vez conocido el argumento del film. Cuando Jack (Sidney Pollack) y Sally (Judy Davis) comunican a sus mejores amigos, el profesor Gabe Roth (W. Allen) y su esposa Judy (M. Farrow), su intención de separarse, estos se replantean su matrimonio. Un entrevistador -distante autoprotección del propio realizador- nos irá guiando por los acuerdos y desencuentros, y nos mostrará a Jack feliz en compañía de su nueva, y joven, pareja, Sam (Lysette Anthony), los fracasos de Sally, el peligroso acercamiento del profesor con su alumna predilecta, Rain (Juliette Lewis), o el interés de Judy hacia su colega Michael (Liam Neeson). Al final, todo terminará como la vida misma.
Los cortes y movimientos bruscos entre planos y escenas, la sensación de inestabilidad de la imagen, la luz cenicienta, indicaban, por mucho que Allen lo negase, la incomodidad que le causaba mostrarse tal cual era. Había vuelto a meter las narices, y las cámaras, en las alcobas de la clase acomodada neoyorquina, y a airear sus trapos sucios. Con Husbands and wives convertía su culpabilidad por el fracaso, por el enamoramiento de la mayor de los hijos adoptados por su compañera, en un particular punto y aparte que interesaba, interesa, al público por guión e interpretaciones -mención especial para la de Judy Davis: arrasadora-.
Acertó una vez más el zorro Allen, que puso en los labios de la precoz Rainer que “la vida imita a la mala televisión”: ¡sabía la que se le venía encima! No en vano, olvidos inexplicables aparte, cuando echa su mirada hacia atrás son The purple rose of Cairo (La rosa púrpura de El Cairo, 1985) y esta Husbands and wives las que destaca de su filmografía. Y de cine, algo sabe.
Husbands and wives (Maridos y mujeres, 1992)
En el libro 1001 películas que hay que ver antes de morir (Editorial Grijalbo) se detallan 7 títulos de W. Allen: Sleeper (El dormilón, 1973); Annie Hall (1977); Manhattan (1979); The purple rose of Cairo (La rosa púrpura de El Cairo, 1985); Hannah and her sisters (Hannah y sus hermanas, 1986); Crimes and misdemeanors (Delitos y faltas, 1989) y Deconstructing Harry (Desmontando a Harry, 1997).