Revista Cine
Clint Eastwood, que se había granjeado fama de tipo duro y de pocas palabras gracias a las más de doscientas apariciones de Rowdy Yates en la televisión, a la trilogía del hombre sin nombre, o del dólar, de Sergio Leone y a un par de taciturnos personajes de Don Siegel, apostó por alternar sus parcos movimientos delante de la cámara con sus meticulosas observaciones detrás de ella y mostrar al espectador el hombre romántico y delicado, y amante del jazz, que se escondía bajo sus adustos ademanes. Lo lograría en las apenas tres semanas que duró el rodaje de Play Misty for me (Escalofrío en la noche, 1971), debut prometedor de una carrera de dirección sin apenas vacilaciones.
Play Misty for me suponía una declaración de principios, no tanto en la trama, el relato ficticio del acoso al que se ve sometido un locutor de una pequeña emisora de radio por una admiradora que, noche tras noche, le pide que ponga su tema favorito: Misty, del pianista Errol Garner, sino en la forma de rodarla: mirando a Hitchcok y los clásicos pero también al nuevo cine; alternando planos medios cortos y arriesgados contrapicados con incursiones documentales, caso del Monterey Festival Jazz en un homenaje cercano en tiempo y forma a la mirada a Woodstock de Wadleigh; insistiendo con vehemencia a la Universal para que contratasen como desordenada protagonista a Jessica Walter en vez de a Lee Remick, lo que hubiese derivado en un film más quebradizo y onírico; ajustando el presupuesto al utilizar como localizaciones las casas y bares de los amigos de su ciudad de residencia, Carmel-by-the-Sea, localidad costera de la que llegaría a ser alcalde. Tomando las riendas con mano firme, aún a pesar de algún desafortunado momento, como el acercamiento al (futuro) videoclip más almibarado en la reconquista amorosa acompañada por Roberta Flack.
Dave Garver, mujeriego empedernido, intentaba recuperar el amor perdido después de haber conocido a una fanática admiradora, un pasatiempo llamado Evelyn, un contratiempo generado por las ondas hertzianas, que le acarrearía más de un trastorno. La tensión y el suspense a orillas del acantilado inspiraría algunos de los más populares títulos de Adrian Lyne, Paul Verhoeven o Tony Scott (esos con mujer revanchista de armas tomar), y se convertiría en el primer paso de gigante de Eastwood. Y por muchos Harry Callahan o Josey Wales sin escrúpulos que el tiempo nos trajera, el tipo perezoso y tranquilo también podría transformarse en un seductor fotógrafo de la National Geographic o en un castigado Frankie Dunn. O en un hombre divertido y sin grandes pretensiones, como el DJ que reta al camarero confidente, un paciente Don Siegel, en la hilarante y eficaz partida al cry bastion de esta nebulosa cinta.
Play Misty for me (Escalofrío en la noche, 1971)
En el libro 1001 películas que hay que ver antes de morir (Editorial Grijalbo) se detallan 3 títulos de C. Eastwood: High plains drifters (Infierno de cobardes, 1972); The outlaw Josey Wales (El fuera de la ley, 1976) y Unforgiven (Sin perdón, 1992).