Revista Cine

+ DE 1001 FILMS: 1049 - Kagemusha

Publicado el 16 mayo 2010 por Alfonso

+ DE 1001 FILMS: 1049 - Kagemusha

 

Gracias al empeño de Lucas y Coppola, y a los dólares de la Fox, Akira Kurosawa puso en pie su ansiada Kagemusha (Kagemusha, la sombra del guerrero; 1980), casi tres horas que, por mucho que él así lo certificara años después, no se pueden contemplar como un ensayo de su cumbre Ran (1985), sino como un puro deleite cinematográfico con peso e identidad propia.

 

Kagemusha parte de un argumento tan simple en su enunciado como complejo en su desarrollo: la conversión de un ladrón en el sosias de un señor de la guerra muerto por un francotirador; en realidad toda una reflexión acerca de si es el Estado o sus dirigentes los que dan sentido y razón a una nación.

 

Para ello nos traslada a una leyenda inmortal de finales del periodo Sengoku, época de cruentas luchas y alianzas. En ese final del XVI, el clan Takeda lucha por alcanzar Kyōto-shi, centro del Japón imperial, cuando pierde a su señor, Shingen (Tatsuya Nakadai), valeroso daimio alcanzado por un disparo fatídico. Como era el deseo trasmitido a su hermano Nobukado (Tsumotu Yamazaki), también guerrero, durante tres años habrá de hacerse creer a vasallos y enemigos, en especial a Nobunaga Oda (Daisuke Ryû) e Ieyasu Tokugawa (Masayuki Yui), que sigue vivo.

 

Para ello se valdrán del parecido de un vulgar condenado a crucifixión, Kagemusha (Tatsuda Nakayai). El intérprete se debate entre ser él u otro, sobreponerse a la tortura interior o sucumbir a los fantasmas, mientras engaña al pequeño Takemaru (Kota Yui), a las concubinas, sabiendo todos que el peligro del doble se hace realidad cuando el original desaparece.

 

En el rodaje no agradecido de Tora! Tora! Tora! (1970), Kurosawa abandonó el blanco y negro, y visto el resultado de una década después uno no puede por menos que certificar que el más occidentalizado de los realizadores asiáticos es uno de los talentos mayores del cine, del que siempre nos lamentaremos que no gozará de mayores posibilidades presupuestarias para llevar a cabo sus proyectos.

 

Sólo un genio puede alcanzar en la fuerza de los fenómenos meteorológicos (aquí, el arcoiris cruzando la playa por la que avanzan las huestes de Takeda; la niebla en el mar; los jirones de nubes; el viento que agita las enseñas) o en lo onírico de las pesadillas (en esto, una persecución con eco del Doppelgänger) tal explosión de colores, sensaciones. Pero es que cuando el maestro se fija en el aliento de un moribundo, el exterior verde y húmedo, o el azul que riela, a través de una ventana, o la agonía de un caballo, la patas al aire, se tiene la sensación de que su cámara está en el único emplazamiento posible, captando el plano adecuado, poesía sólo vista antes en los encuadres de Dreyer.

 

Venia de la gloria de Dersu Uzala (Dersu Uzala (El cazador), 1974) y se dirigía a la de Ran, el mejor Shakespeare, cuando hizo un alto en el camino -Palma de Oro en Cannes que debió ser no compartida-, enfocando por enésima vez una época, un mundo, que no vivió pero dejó para siempre impreso. Rápido como el viento, silencioso como el inmenso bosque, terrible como el fuego, inmóvil como la montaña. Así rezaba el estandarte de Takeda. Como ataca la infantería, acometen los lanceros, embiste la caballería, la firmeza del jefe. Como la verdad Kurosawa.


+ DE 1001 FILMS: 1049 - Kagemusha

 

Kagemusha (Kagemusha, la sombra del guerrero, 1980)

En el libro 1001 películas que hay que ver antes de morir (Editorial Grijalbo) se detallan 6 títulos de A. Kurosawa: Rashomon (1950); Ikiru (Vivir, 1952); Sinchinin no samurai (Los siete samuráis, 1954); Kumonosu jo (Trono de sangre, 1957); Dersu Uzala (Dersu Uzala (El cazador), 1974)* y Ran (1985)


* En el libro aparece con el título en castellano de Dersu Uzala.



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