Revista Cine

+ DE 1001 FILMS: 1053 - Germania anno zero

Publicado el 13 junio 2010 por Alfonso

+ DE 1001 FILMS: 1053 - Germania anno zero “Cuando las ideologías se alejan de las leyes eternas de la moral y de la piedad cristiana, que son la base de la vida de los hombres, terminan convirtiéndose en una locura criminal. Incluso la bondad de la infancia resulta contaminada y arrastrada por un horrendo delito hacia otro no menos grave, en el cual, con la ingenuidad de la inconsciencia, cree encontrar una liberación del alma.” Con estas palabras abre Germania anno zero (Alemania año cero, 1948), su director, Roberto Rossellini, el cierre de su trilogía bélica. Y añade, que si alguien sintiera, tras haber presenciado la historia de Edmund Koeler, la necesidad de enseñar a los jóvenes alemanes a volver a apreciar la vida, el esfuerzo habría sido enormemente recompensado. Y es que el italiano, que había flirteado con el fascismo para dar un giro tan de veras que pilló por sorpresa al mundo entero, no hacía películas bonitas, sino útiles.
En Germania anno zero, Rossellini seguía su propósito de mostrar con toda la crudeza el mundo que aunque ajeno le importaba, sin consuelo ni engaños. Trasladando el equipo al Berlin de escombros, tranvías, cigarrillos sueltos y cartillas de racionamiento que dejó la WWII (los interiores los rodó en Roma), seguiría durante unas pocas horas, las últimas, las andanzas de Edmund Koeler (Edmund Meschke), muchacho tímido de pantalón corto y calcetines altos, de muy manoseada belleza aria (el personaje del pervertido maestro (Erich Gühne) es despreciable como pocos en la historia del cine), engañado por los adultos y despreciado por los de su edad, pivote de una familia, de una comunidad, hambrienta y despiadada, que nada entre la pobreza, la podredumbre que parece que se instalará eterna, la miseria que trajeron las bombas ajenas y lejanas, que bracea con ropas dignas pero escasas y a quien la responsabilidad le acaba por vencer. Los últimos pasos de un Edmund desubicado que es en realidad un país, un pueblo orgulloso y humillado, bajo la lupa rosselliniana, ¿una inocente y pudorosa mirada'.
Rodada con blanco polvoriento y negro mañana, el autor remueve la conciencia colectiva al darle un aire documental a la historia, librarla de virtuosismos técnicos en el paseo, nuestra perplejidad, por los barrios más ruinosos de una capital a punto de convertirse en una apetecible tarta para el poder económico-militar de las potencias vencedoras de la contienda mundial, y hablarnos de la recuperación de la rutina tras los años de los refugios subterráneos, tarea siempre difícil para un adulto, pero, y aquí es donde Rosselllini al intentar acercar el dolor universal al suyo propio tras la marcha percipitada de su primogénito Romano consigue trascender de veras, que resulta imposible de digerir para un muchacho en su irreversible camino hacia la juventud. No en vano repetía a quien le entrevistara que el verdadero oficio que se debe aprender es el de ser hombre. Crecer, ser persona, es lo díficil.
Esperar que, poco a poco, todo vuelva a la normalidad, que el calendario comience desde la nada, que el padre enfermo fallezca, que aparezca un novio honrado, una oportunidad de trabajo para quien confío en Hitler, que el espanto y hastío se desprendan de los recuerdos, es la única esperanza de los anónimos protagonistas de Germania anno zero, fotografía realista, ayer nueva, hoy necesaria, de Rossellini. “No se trata de una acusación contra el pueblo germano, ni tampoco de una defensa, más bien es una constatación de los hechos”. En realidad, habla de la condena de vivir. Se sea cristiano o no.
+ DE 1001 FILMS: 1053 - Germania anno zeroGermania anno zero (Alemania año cero, 1948)
En el libro 1001 películas que hay que ver antes de morir (Editorial Grijalbo) se detallan 4 títulos de R. Rossellini: Roma, città aperta (Roma, ciudad abierta, 1945); Paisá (Camarada, 1946)*; Europa '51 (1952) y Viaggio en Italia (Te querré siempre, 1953).
* En el libro no aparece el título en castellano.

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