Revista Cine
The letter (La carta, 1940), la revisión cinematográfica del breve relato de W. Somesert Maugham por William Wyler, supuso para la Warner Bros. un éxito unánime que aún perdura, y para su estrella, la terrible Bette Davis, otro personaje inolvidable en la carrera por convertirse en la mujer más perversa que la cámara jamás filmase.
Con la premisa de que la relación sentimental ya inexistente con la actriz no influyese en el trabajo (la Julie de Jezebel (Jezabel, 1938), en el origen del fuego ahora extinguido), Wyler movió la cámara con un prodigioso travelling en la noche de sopor y árboles heridos de las plantaciones de caucho de Singapura antes de esconder la luna llena entre las nubes, Buñuel y su filo, y dejar que los reiterados disparos de un revólver, el hombre caído en la entrada de una mansión colonial, la mujer firme en lo alto de la escalinata de acceso, atravesasen silencio y corazones. Leslie (B. Davis), explicará a su marido, el colono Robert Crosbie (H. Marshall) que debió de defenderse del intento de violación por parte de su amigo Geoffrey Hammond (D.Newell). El abogado Joyce (J. Stepehnson) será el encargado de demostrar la inocencia de la mujer ante el tribunal, aunque en ello le vaya la reputación, como ocurre cuando descubre la carta que la pérfida Leslie escribió y ahora está en posesión de una desconocida asiática de torva mirada y ropajes llamativos rodeados de volutas de opio, Mrs. Hammond (G. Sondergaard), una inesperada viuda con un único fin antes de que otra noche, otras nubes, la misma luna blanca y redonda cierre el círculo perfecto.
Magistral clase de cine por parte de Wyler en The letter (a destacar sobremanera los fantásticos encuadres en los diálogos entre el mediador y la cliente), con el apoyo fotográfico de Tony Guadio, estrenada el mismo año que All this, and heaven too (El cielo y tú, 1940), otro memorable título de la mujer de mirada enfática que ya se había adentrado el mundo de emociones y aislamientos del mismo escritor en Of human bondage (Cautivo del deseo, 1934) con gran mérito y capacidad, y que por un momento parece resumirse en que cuando se ama todo puede perdonarse. Algo imposible en un ambiente exótico, gomoso, de inescrutables orientales con pocos escrúpulos, copas que aligeran el habla, paseos inquietantes y bajas pasiones. Triunfo del mal sobre el mal (¡Bette Davis arrodillada y dando las gracias!), de papeles intercambiados (el esposo con el abogado), drama de misterios y abrupto final -merecimiento de los códigos de su tiempo-, de felicidades e infidelidades, de negro sobre negro, de preguntas que no necesitan respuestas, que no queremos escuchar, de cartas que marcan y alivian, de dolor mitigado al saber que para ver de nuevo a Davis con vida basta con volver a Singapura, a sus noches de luna llena y caucho blanco y lechoso, a escuchar seis tiros de rabia, seis balas de adiós.
The letter (La carta, 1940)
En el libro 1001 películas que hay que ver antes de morir (Editorial Grijalbo) se detallan 7 títulos de W. Wyler: Dodsworth (Desengaño, 1936); Jezebel (Jezabel, 1937); Wuthering heights (Cumbres borrascosas, 1939); The best years of our lives (Los mejores años de nuestra vida, 1946); The heiress (La heredera, 1949); Roman holiday (Vacaciones en Roma, 1953) y Ben-Hur (1959).