Revista Cine
Al convertir a Lagaan: Once upon a time in India (Lagaan: Érase una vez en la India, 2001) en una de las cinco candidatas finales a conquistar el Oscar a mejor película en habla no inglesa -lo ganaría No man's land (En tierra de nadie, 2001), de Danis Tanovic-, Hollywood dió el espaldarazo definitivo a la industria cinematográfica india, Bollywood, imaginativa y capaz de rendir al más alto nivel, y certificación de que el dinero estaba cambiando de manos.
En Lagaan..., ambientada en 1893, el ruego a las autoridades británicas por parte de un rajá a que se le perdone su tasa, su lagaan, en tanto que la zona no se recupere de la prolongada sequía, es rechazado a menos que los apurados labradores sean capaces de vencerles ¡en un partido de cricket! Entretejida con la relación del rebelde Bhuvan (Aamir Khan) y la grácil Gauri (Gracy Singh), y la mirada entregada de Elizabeth Russell (Rachel Shelley), hermana del capitán que les reta con la intención de infringirles una derrota deportiva y racial, Ashutosh Gowariker, el director, lograba un espectacular y épico film de magistral reparto y planos de imposible contraste, y captaba nuestra atención con una fórmula tan antigua como refrescante: salpicar con números musicales acompañados de bellas coreografías una trama sencilla y bien construida, marchamo identificativo de la gran fábrica de sueños del Índico, capaz de poner poesía en los labios de los protagonistas más circunspectos.
Se podría decir que sus personajes son estereotipos (el oficial inglés flemático, el coronel recto y de palabra, el traidor arrepentido, el intocable sin resentimientos, el vidente loco, el tonto consagrado a cuidar del templo, la madre abnegada, el padre celoso...), cierto, de clásico argumento (amorío de jóvenes que se conocen desde siempre y en el que se entromete una tercera persona -la historia-, mientras se libra una lucha desigual y descomunal entre el justo oprimido y el arrogante opresor -la Historia-, eterna batalla de honda y gigante), también cierto, pero en Lagaan... hay un par de hechos que la distinguen y elevan sobre otros títulos de similar planteamiento. Uno es que la mirada viene del pueblo oprimido, no del colonial, como es lógico que ocurra en el cine occidental; así, cuando observamos el desconcierto de la pálida Elizabeth, nos compadecemos de su incomprensión, espectadores extranjeros como somos nosotros pues la cinta está efectuada con intención de trascender fronteras, a pesar de su escaso presupuesto -¿sólo 6 millones de dólares?- . El otro es que Lagaan... es la película más perfecta jamás rodada sobre un deporte de equipo, donde el neófito no se pierde en el desarrollo del juego y cada acción se sigue con igual entusiasmo por el aficionado. Es asombroso, sí, tanto como que sea el cricket el juego señalado, de reglamento más bien desconocido e incomprensible para quien no habita en la Commonwealth: que el tercio final de más de tres horas y media de metraje se pasen en un suspiro viendo golpeos, carreras y eliminaciones de los bateadores sólo es posible gracias a la precisión del rodaje, minuciosidad que no olvida el guiño al fiel seguidor de ése deporte, con ese tullido que no habrá de operarse del codo para lograr que la pelota efectúe botes imprevisibles. Una labor artesanal, y de montaje, que se vio recompensada con la recaudación de las taquillas y su lugar en las memorias.
Al igual que un día las arcas británicas dejaron de llenarse con los tesoros de sus colonias, el cartel de Cahuenha cambió su letra capital y el público descubrió que había un reino llamado Bollywood al menos igual de divertido y con muchos menos prejuicios que el viejo. Así lo entendieron algunos productores. Y Danny Boyle, cuando marchó a Mumbai a rodar Slumdog millionaire (2008), título al que occidente se rindió.
Lagaan: Once upon a time in India
(Lagaan: Érase una ven en la India, 2001)
En el libro 1001 películas que hay que ver antes de morir (Editorial Grijalbo) no se detallan títulos de A. Gowariker.