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+ DE 1001 FILMS: 1081 - Tonari no Totoro

Publicado el 02 enero 2011 por Alfonso

+ DE 1001 FILMS: 1081 - Tonari no TotoroDespués de mostrar su destreza con los lápices de colores en algunas de las series de dibujos animados más aclamadas de la televisión de la década de 1970, como Heidi, Marco, La abeja Maya o Ana de las Tejas Verdes, Hayao Miyazaki coordinó la adaptación de uno de sus mangas en Kaze no tani no Naushika (Nausicaä del valle del viento / Guerreros del viento, 1984). El éxito que cosechó le llevaron a fundar al año siguiente, en compañía de su amigo y colega Isaho Takahata, los estudios Ghibli. Tras el primer lanzamiento de ese sello, Tenkû no shiro Rapyuta (La fortaleza celeste, 1985), dirigió Tonari no Totoro (Mi vecino Totoro, 1988), obteniendo un enorme reconocimiento desde su mismo estreno, pasando a formar parte de la imaginería popular del parvulario nipón y convirtiéndose, con el tiempo, en la piedra angular de una producción de títulos inolvidables que llevaban impresos la silueta del Oh-Totoro -Gran Totoro- como parte del logotipo de la empresa.
En la película, ambientada en la vida rural japonesa de mediados del siglo XX, un profesor universitario de antropología se desplaza con sus dos hijas, Satsuki, estudiante responsable de 10 años, y Mei, alegre y desocupada de 4 años que se resiste a ser cuidada por una anciana vecina, a una casa antigua plagada de makkuro kurosuke -duendecillos del polvo, bolitas de hollín-, rodeada de arrozales, cercana al sanatorio donde se recupera la madre y cobijada por la sombra de un milenario y gigantesco alcanforero. Ajeno el padre a los juegos de las hijas, descubren estas que el bosque cercano esconde un gran secreto: es el refugio de un fantasma, de un troll -tororu, en japonés, palabra que en labios de la pequeña Mei derivará en un bautizo redondo y precioso: totoro-. Mezcla de mapache, felino y búho, Totoro es un rey bonachón que vive plácidamente en compañía de otros seres fantásticos -un Totoro mediano y azul; otro diminuto y níveo; un Gato-bús nocturno, de sonrisa provocada por Lewis Carroll- que, a pesar de su perezosa existencia, ayudará a las hermanas cuando sea preciso.
Aunque el argumento de Tonari no Totoro suene simple -fantasía y realidad mezcladas en una historia de iniciación; una lección de convivencia y ecología (los nombres de las dos protagonistas hacen referencia al quinto mes, a mayo, a la primavera, al renacimiento, por tanto)- en manos de Miyazaki se hace nuevo y deslumbrante. No sólo debemos a su genio el acierto de desdoblar a la protagonista en dos niñas (como pudo apreciarse en el cartel de la película, en un principio pensó en una sola niña de edad comprendida entre las de las posteriores Satsuki y Mei), sino el trazo y colorido, pasando del verde de la yerba a los rojos del ocaso o al azul de la noche con una precisión pura y limpia, y la ausencia de los adultos en las incursiones irreales de las pequeñas, truco que no descubre si la historia sólo sucede en las cabezas de las chicas ausentes de la voz materna y que siempre es más agradecido que la pesadilla enfebrecida, el golpe postrador o la crisis nerviosa -la explicación adulta de la ilógica-.
Sorprende descubrir que si existe esta cinta es gracias a que se encontró financiación para el proyecto gráfico de Takahata, el socio de Miyazaki, de Hotaru no haka (La tumba de las luciérnagas, 1988), la adaptación homónima del célebre relato de Akiyuki Nosaka, la historia más triste y menos infantil, a pesar de la edad de sus protagonistas, que ha dado la literatura japonesa posterior al holocausto nuclear. Y aún más, saber que ambas se estrenaron en las salas en un programa doble: suerte la de aquellos espectadores menudos que veían seguidas dos obras de dibujos animados tan dispares, pero eternas, por el mismo precio, siendo una la cara -la alegría de crecer- y otra la cruz -la muerte y la indiferencia-, de una misma moneda: la vida.
Tonari no Totoro es tan importante en la historia de la animación, a pesar de la brevedad de las apariciones del espíritu, lo que lo hace aún más misterioso -¿no habla?, ¿quiénes son sus compañeros?, ¿se relaciona con los duencillos del polvo?-, que Pixar le rindió un homenaje incluyéndole en algunos acetatos de la entrega final de su famosa saga Toy Story. Y es que, gracias a ella, Miyazaki siguió con su sueño colorista y entregó unos personajes tan mágicos como Kiki, Porco Rosso, la princesa Mononoke, Chihiro o Ponyo, lo que, coincidiendo con los años más flojos de la producción de la Disney, lo convirtieron en el referente mundial de la animación.
Era la naturaleza pintada con colores translúcidos, se dijo de ella. Era, es, un cuadro maravilloso que sólo a los inocentes les revela el misterio que encierra, como queda bien claro en los créditos finales, en los que Miyazaki, para evitar la tentación de crear una continuación, hace que Satsuki y Mei crezcan y jueguen sanas y alegres, pero sin la protección de Totoro.
+ DE 1001 FILMS: 1081 - Tonari no TotoroTonari no Totoro (Mi vecino Totoro, 1988)
En el libro 1001 películas que hay que ver antes de morir (Editorial Grijalbo) se detallan 2 títu1os de H. Miyazaki: Mononoke Hime (La princesa Mononoke, 1997) y Sen to Chihiro no kamikakushi (El viaje de Chihiro, 2001).

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Por  Enrique Rodriguez Perez
publicado el 09 noviembre a las 03:52

me gusto mucho el texto o biografía si asi se le pudiera llamar de hayao miyasaki

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