
Antecedente claro y directo de La meglio gioventù (La mejor juventud, 2003), las más de seis maravillosas horas firmadas por Marco Tullio Giordana, Scola nos habla en C'eravamo tanto amati de la amistad que surge durante la WWII entre los partisanos Antonio (Nino Manfredi), Gianni (Vittorio Gassman) y Nicola (Stefano Satta Flores), y de las sucesivas relaciones que mantendrán entre ellos y con una muchacha aspirante a actriz, Luciana (Stefania Sandrelli), a quien veremos envejecer en la pantalla, al igual que sucederá con el trío masculino -no se puede decir que el maquillaje sea lo más acertado del film-, y que se convertirá, sin premeditación, en el vínculo del grupo. Y para hablarnos del amor y del desengaño amoroso, de como se puede tejer toda una vida alrededor de una ilusión, del pragmatismo de la mujer, de la ascensión social, del fin de las utopías y el agotamiento de las clases medias, el director se preocupa en enfatizar lo necesario y hace que la voz del relato vaya saltando de un personaje a otro a la par que utiliza otros recursos arriesgados, de clara procedencia teatral alguno, como la interrupción de la acción para escuchar los pensamientos o el discurso directo a la cámara, lo que confiere al film de una fragmentación episódica que lo agiliza, pese a lo que cabría suponer, rodeándolo todo de un gran sentido del humor: las medias raciones del bar en el que se reúnen habitualmente; las comilonas que bajan, literalmente, del cielo cuando se juntan la familia Catenacci -el patriarca que representa Aldo Fabrizi es una caracterización burlesca de alto nivel-; el concurso televisivo; el equívoco en el aparcamiento de coches...Y de paso Scola rinde un homenaje a su pasión, el cine: ahí está Anita Ekeberg -su doble- en la fuente di Trevi, con Fellini y Mastroinani -prestándose al juego- sentados cerca; Monica Vitti y Antonioni -la influencia en la conciencia feminista de L'eclisse (El eclipse, 1962)-; el descenso de los cosacos por la escalinata de Bronenosets Potyomkin (El acorazado Potemkin, 1925); De Sica -al que dedica la cinta en los títulos de crédito- o, precedido de un guiño al espectador más avispado, L'année dernière à Marienbad (El año pasado en Marienbad; 1961), de Alain Resnais. Pura cinefilia.
En C'eravamo tanto amati hay juego y verdad; mentira y metaficción; disección de la sociedad italiana y desencanto; además de encontramos con la fugacidad de la fama y la perversión por alcanzarla, con el automóvil como símbolo del progreso y muerte y otros muchos detalles que nos pasan desapercibidos en nuestro discurrir diario y monótono.
Todos tenemos un pasado, un tiempo en el que celebramos haber amado, haber querido demasiado. Un tiempo en el que creímos cambiar el mundo y el mundo nos cambió a nosotros. Gracias a C'eravamo tanto amati también tenemos la oportunidad de reconciliarnos con nosotros mismos.

En el libro 1001 películas que hay que ver antes de morir (Editorial Grijalbo) no se detallan títulos de E. Scola.