Una de nosotras tiene la casa de la playa pintada entera de azul y, en diecisiete años, nunca la ha cambiado... Sus hijos eran muy pequeños, dos añitos, cuando estrenaron el piso, y, nada más entrar, a la niña ese color debió llamarle mucho la atención, pues exclamó: -"mama, ¡esta es la casa bonita!" Y "la casa bonita" se le quedó... Han pasado los años, y muy cansada ya de esa tonalidad, una de nosotras propuso a la familia sustituirlo... -"¡La casa bonita no se cambia de colorido!", exclamaron al unísono, casi como un grito de guerra. Así que, si no puedes con tu enemigo, únete a él, ¿no? Pues una de nosotras se ha propuesto cubrir toda la pared de su dormitorio con objetos y detalles en los que predomine el blanco, a ver si el efecto camuflaje funciona... Y lo última en llegar ha sido una pequeña acuarela de un faro, que antes adornaba otro lugar de la casa, pero que en esta "reivindicativa" pared, ha encontrado una justa causa decorativa donde instalarse.
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Al margen de estas cuitas domésticas, lo cierto es que somos unas enamoradas de las acuarelas, de su aparente sencillez y ligereza, y la frescura con la que su trazo y su colorido de agua iluminan cualquier rincón. ¿Os gustan también?