Revista Fútbol
Con un Bernabéu espléndido nos dispusimos a presenciar un partido que en principio presagiaba intensidad y buen juego. El Madrid y el Sevilla disponen de mimbres suficientes para ello, pero ni una cosa ni otra sucedieron en el magnífico césped de la Castellana. Apenas los consabidos chispazos de velocidad cualificada de los blancos con el mejor goleador de su historia como protagonista fundamental, Cristiano, y la suficiencia y gran toque a la larga del sevillano Ramos. Y por parte nervionense las muestras esporádicas de calidad que atesoran algunos de sus jugadores que luego no muestran de continuo; por eso van como van en la liga. A la postre vimos un partido amistoso donde el guante blanco y los buenos modos fueron la tónica dominante, si exceptuamos los gritos absolutamente fuera de lugar de los maleducados del fondo sur y algunos de sus corifeos del coliseo blanco. Cómo sería la cosa de aburrida que faltando más de un cuarto de hora para acabar el partido centenares de aficionados, cuando no miles de la media entrada gorda que hubo, abandonábamos el estadio entre comentarios abundando en la falta de intensidad del juego presenciado. Y es que, cuando falta ésta, el fútbol es como contar ovejas. Sin Cristiano en el campo y con Pepe haciendo de Di Stéfano, más la mansedumbre sevillista haciendo de comparsa carnavalesca el asunto estaba claro: mejor una barra bien surtida de buenas tapas que el soporífero espectáculo que se nos brindaba. Pero, entre tanto, hubo detalles para la reflexión. Hay jugadores en el Sevilla que ni están ni se les espera; Negredo, por ejemplo. Y ya enlazamos con el otro fútbol, el de las motivaciones, los vestuarios y los egos. Al de Vallecas se le nota demasiado que desde su frustrada marcha hacia el fútbol inglés necesitará motivaciones extras en vena para volver a meter el pie con las ganas que un futbolista profesional precisa. El caso de Reyes es diferente; sigue siendo una sombra andante desde que salió de Sevilla siendo un adolescente consentido hacia el Arsenal. Si hubiera tenido otra madera habría sido un jugador de referencia en el panorama nacional. Y es el mismo papel que finalmente desempeñará Navas si no sale antes de la madriguera. Es el único que todavía tiene capacidad de desborde en el Sevilla, pero se le nota a la larga que su desesperación corre pareja a su alegre velocidad. Por último, pudimos apreciar la enorme calidad del negrito espigado con nombre rarísimo que hace jugar al Sevilla en su medio campo. Toda una futura figura mundial si alguien le inculca que sin llegada nunca lo será. Al fútbol se juega tanto con la cabeza como con el tronco y las extremidades, pero por ese orden. Y cuando las cabezas no están, ni el de en medio tiene fuelle ni garra ni las últimas aprietan y corren. Es lo que ocurre en los partidos amistosos, que suelen ser aburridísimos. Y pasando a los duelos, tenemos el caso del Murcia. El otro día comentaba en Onda Regional que si nadie lo remedia con urgencia, los granas, el equipo que tantos llevamos en el alma, se hunde hacia la 2ª B de nuestros pesares. En el fútbol ocurre aquello de las dinámicas, y cuando ésta es perdedora hay que trabajar más la mente de los jugadores que las piernas. Ocurre igualmente al revés. Cuando se está en racha ganadora un equipo mediocre parece plagado de internacionales con ganas. Y añadía la pena que supone ver al equipo murciano tan bien surtido en lo económico y tan mal gestionado en lo deportivo. No recuerdo ninguna otra etapa en el equipo grana con menos sobresaltos monetarios y tantos fichajes como resultados mediocres. La de dinero baldío que se lleva invertido. E inmediatamente se me viene a la cabeza aquello que tantas veces hemos comentado quienes alguna vez hemos tenido algo que ver con el Murcia en los últimos veinte años. Qué hubiéramos sido capaces de hacer de haber tenido las ayudas y los posibles consiguientes del Sr. Samper. Y vaya por delante que, criterios personales aparte, siempre le he reconocido el mérito de haberlo imaginado y puesto en marcha; su proyecto, me refiero. Algunos también pensamos que quizás al ser de la cantera, como en el plano deportivo, nos miraron - o hubiesen mirado- de otro modo los que desde el principio le apoyaron. Y no me refiero sólo a los políticos. Otra vez nuestra matrona.