Revista Educación

De amor y de balcones. Historias de pandemia. Parte 1.

Por Siempreenmedio @Siempreblog
De amor y de balcones. Historias de pandemia. Parte 1.

Mi calle es tan estrecha que si me asomo mucho al balcón entro en el baño de mis vecinos de enfrente. No hay árboles plantados porque no hay espacio para ellos y para nosotros.

A las 8pm salgo a aplaudir, como todos los días, pero no saco mucho la nariz, porque no quiero confraternizar con nadie.

La finca de enfrente es color amarillo desconchado viejo, como sus vecinos. Los del tercero, que son los que me tocan, no salían al balcón nunca. Al menos hasta hace una semana.

El primero que se asomó fue Carlos (que no me relacione no quiere decir que no me sepa los nombres de todos los del barrio). Carlos tiene, siendo bondadoso, 130 años. Está arrugado por las malas decisiones y por el Camel. Hace unos días salió a aplaudir y a los 5 segundos paró. Iba a entrar otra vez en su casa cuando vio a su vecina. Amalia siempre me da los buenos días cuando la pillo regando las plantas. Yo le hago un leve gesto de cabeza y ella me lo devuelve, mascullando que la juventud es un asco. No le falta razón. La primera conversación que les escuché a Carlos y Amalia fue algo así (la reproduzco de memoria, a lo mejor se me escapan algunos detalles):

-Hola Amalia, ¿cómo estás? No te había visto. -A Carlos lo noto un poco acelerado, a él que se la suda todo en la vida, sobre todo el gobierno, y que es experto en pandemias, ahora se ha puesto un poco nervioso.

-Hola. Bien, qué quieres que te diga. Sobrellevando la situación. Amalia también está algo roja, le tiembla el timbre de voz agudo que se gasta, y se ha limpiado las manos en el delantal.

-Oye, necesitas algo, ¿tienes de todo en casa?

-Sí, ha venido Manuel a traerme la compra de esta semana. ¿Tú tienes de todo?

-Sí, también vino Manuel a mi casa. Tengo tabaco, vino y papel higiénico.

Los dos se ríen, cómplices. Ya han dejado de aplaudir, no parece que les afecte el ruido del resto de los vecinos.

Los siguiente días he estado observándolos con cautela. No quiero que me descubran, pero sé que algo se está fraguando. Ahora Amalia sale con un delantal diferente. No son bonitos, pero están más limpios y menos viejos que los de siempre. Se ha peinado y tiene un ligero brillito en los labios. Carlos no se ha cambiado de ropa, pero no sale con el bastón, está bastante coqueto.

Ayer escuché otra conversación que me conmovió. La transcribo aquí, porque esta vez me aseguré de sacar lo suficiente la oreja como para no perder detalle.

-Amalia, oye,...

-Te he echado mucho de menos.

-¿Ahora te das cuenta?

-No, la verdad es que no. Pero es que no me quiero morir sin decírtelo. Tengo miedo de que esta pandemia me borre, me mande a la tumba y yo no haya sido capaz de decirte lo que siento. Que siempre fui un cobarde, pero que no puedo hacer esto solo. Tengo mucho miedo.

-No te vas a morir, viejo cascarrabias. Yo también te he echado de menos.

-Una vida entera.

-¿Te casarás otra vez conmigo?

Amalia da un pequeño brinco. Suspira. Sonríe de medio lado.

-Te lo diré cuando todo esto acabe. Hasta mañana.


Volver a la Portada de Logo Paperblog