La muerte, como todos sabemos de sobra, es la partida dolorosa de un ser . Los vivos, dejados en
agonía por la ausencia eterna e irrevocable se enzarzan en ritos de duelo, como manera de apaciguar de alguna forma el dolor agónico que les rodea, y que llevaran ya en su pecho, hasta que la parca los alcance a ellos también.Así se colocan flores en las tumbas, retratos de aquellos que partieron, en las paredes del hogar, se guardan objetos de gran significado para el difunto, como horrocruxes que aún conservan un soplido de su alma. Al final el tiempo pasa, y aunque la pérdida sigue ahí, la costumbre se instala y el dolor se hace tan familiar que entumece, a veces, el corazón. Pero están también aquellos a los que el dolor enloquece, y los guía a acciones innombrables, que luego han pasado a la historia como "actos románticos" que evidencian el amor más "sublime".
Y quienes serían los protagonistas de estos actos románticamente macabros, sino los artistas, aquellos que fueron bendecidos con dotes para las artes y corazones que tal vez, "sentían demasiado":
Dante Rossetti y el cadáver de Elizabeth Siddal:
Dante y Elizabeth se conocieron, cuando ella trabajaba en una sombrerería, pero ya había sido modelo para varios artistas prerrafaelitas, quedó deslumbrado por su belleza y la tomó como su musa y esposa. Era su inspiración, mientras el Dante que conocemos hoy nacía, sim embargo el amor de Dante vivía empañado por sus continuas infidelidades.
El "Ofelia" de Jhon Everett Millais, una obra de asombrosa genialidad y belleza, representa a Elizabeth, dando rostro a la heroína de Hamlet , y constituyó para ella un punto sin retorno en su existencia. Elizabeth posó por horas dentro de una bañera de agua, que se iba helando poco a poco. Como consecuencia su salud se deterioró enormemente. Las infidelidades de Dante no le hacían favores a la pobre musa y para tratar ambos males terminó haciéndose adicta al láudano. En 1961, la niña que cargaba en su vientre nació muerta, condenándola a una profunda depresión, de la que escapó entregándose a la Parca con una sobredosis de láudano.
Elizabeth, era artista también, aunque menos reconocida que los representantes masculinos que la rodeaban, al morir su adorado esposo la enterró con la única copia que existía de sus poemas, sellándolos con ella en el sepulcro. Se dice que la muerte de Elizabeth devastó a Rossetti, que comenzó a consumir grandes cantidades de drogas y alcohol, que se apartó de la pintura por temor a quedarse ciego y decidió concentrarse en la poesía. Ahí fue cuando la idea empezó a enajenarlo, debía recuperar los poemas de su esposa, se obsesionó insalubremente con ello, tanto que llegó a abrir la tumba y sustraer los manuscritos. Según la leyenda que nace de este episodio desquiciado, Elizabeth estaba tan hermosa como siempre y su cabello rojo, había seguido creciendo dentro del ataúd.
Bella o no, Rossetti tomó los poemas y los publicó en 1870, junto con algunos nuevos, hace pensar sobre la profundidad del amor...
La novia esquelética:
A finales del siglo XIX, en mi querida Habana, existió un periodista con ademanes de poeta, llamado Francisco Caamaño de Cárdenas, quien vivía enamorado de una hermosa joven, Irene Gay. El amor era intenso y los jóvenes se comprometieron, pero Irene enfermó de tuberculosis y murió. Fue enterrada con el vestido de novia que nunca tuvo oportunidad de estrenar, en el "tramo de los pobres" del Cementerio de Colón.
Poco después , el periodista recibió una carta que anunciaba que por falta de pago, los restos de su amada serían movidos a una fosa común. La idea horrorizaba al escritor, por lo que usó todo lo que tenía para sobornar a los sepultureros y que le dejasen llevarse los restos de su amada. Se llevó el esqueleto a casa y como entre cielo y tierra no hay nada oculto ( y menos en un barrio de La Habana), los rumores comenzaron a surgir, hablando de los supuestos " amores necrofílicos" del periodista.
Caamaño terminó por marcharse del país, en un intento por apaciguar las lenguas y cuando regresó Julio Flores había compuesto un poema con su historia y Alberto Villalón lo había musicalizado:
Todas las noches iba al cementerio/ A visitar la tumba de su hermosa/ Y la gente murmuraba con misterio/ "Es un muerto escapado de la fosa".
Necrofilia o no, nadie sabe a ciencia cierta cual fue el destino de los huesos de la pobre Irene.
La embalsamadora y el "hombre de arriba":
Carolina Coronado fue una poetisa, adelantada a su tiempo y una de las primeras en hacer referencia
literaria al maltrato físico que sufrían las mujeres de su época. La escritora vivía con el miedo constante a ser enterrada viva. Su miedo no era infundado, pues padecía de catalepsia crónica en varias ocasiones la declararon muerta, estando viva. Se enamoró perdidamente del primer secretario de la embajada de Estados Unidos, en España. El amor era recíproco y se casaron en Gibraltar.El destino a veces es cruel, y a pesar del miedo perenne de Carolina a morir "estando viva", quien murió ( bien muerto), fue su esposo, concretamente en 1891. La salud mental de la señora que ya se había quebrado, un poco antes cuando perdió a su hija mayor a manos del sarampión; con la muerte de su marido se fracturó por completo.
Decidió no enterrarlo, ordenó que lo embalsamaran y colocaran el cadáver en un sarcófago en la capilla del palacio, donde rezaría a su lado. Nunca accedió a enterrar el cuerpo y solía referirse a él como " el silencioso" o "el hombre de arriba".