Revista Expatriados

De asistentas, yayas y conductores.

Por Mariojj75

De asistentas, yayas y conductores.
Es este un tema complicado de tratar, mucho más de lo que parece. Podría parecer un post de “nuevo rico” que se queja de las dificultades de encontrar una buen servicio domestico, mientras piensa en el color de su nuevo Aston Martin. No lo es, y para mi desgracia el coche de mis sueños sigue custodiado por Morfeo.
Lo primero que debemos estar dispuestos a entender es que lo que en España puede ser un lujo aquí es algo habitual, y al revés. Filipinas es un país eminentemente agrícola, sin embargo, el sector servicios tiene cada vez más peso en su economía. La mano de obra es más barata que en otros lugares del mudo, razón por la que muchas empresas, intensivas en mano de obra, deciden asentar aquí su producción.
Los servicios de ayuda en el hogar no solo están muy extendidos, tanto fuera como dentro del país, sino que es base de sustento de un gran número de familias. La oferta abarca asistentas del hogar (maid), ayudantes para el cuidado de los niños (conocidas como yayas), jardineros o conductores. La gran mayoría de estos empleados son internos, siendo habitual que el dueño de la casa que los contrata les proporcione, además del sueldo estipulado y el pago a la seguridad social, el alimento y los productos de higiene personal.
Al principio, Marisa y yo teníamos la idea de no contratar a nadie. Primero porque en España no teníamos ayuda, y segundo porque no teníamos claro eso de meter a unos completos extraños a dormir en casa. Sin embargo, fuimos poco a poco cambiando de idea. El conductor es necesario. Para un extranjero conducir aquí puede ser muy peligroso, siendo aconsejable la ayuda de un local acostumbrado a la caótica forma de conducir filipina. He oído, aunque nunca lo he visto, casos en que se han forzado accidentes contra conductores extranjeros, con el único propósito de cobrar una mayor indemnización.
Por otro lado, también necesitábamos una asistenta en casa. Esta pareja de locos que somos Marisa y un humilde servidor, no había venido sola a Filipinas. Muy al contrario, habían decidido que está aventura no sería lo mismo sin sus dos perros, una labrador llamada Lisa y una Rottweiler llamada Hera. No eran dos mascotas. En realidad, las personas que tienen mascotas no aman a los animales, pues al llamarles mascotas les convierten en cosas, en caprichos de Navidad, en meros objetos. No, Lisa y Hera son miembros de pleno derecho de esta, recientemente, ampliada familia. Miembros con ladrido y voto. Nosotros no somos su dueños, pues nadie puede poseer a otro ser vivo.
De asistentas, yayas y conductores.
A pesar de que los dos perros habían demostrado ser más inteligentes y tener más sentido común que la loca pareja que les embarco en esta aventura, seguían necesitando que alguien les diera de comer y les sacaran a dar una vuelta. ¿Quién lo iba a hacer cuando el feliz matrimonio se fuera a pasear toda esa dicha por la ancha Asia? ¿Y cuando volvieran de visita a España? Efectivamente, se necesitaba una “maid”. Además, ¿por qué no aprovechar una de las ventajas que ofrece este país?
Pero era, y es, más fácil decirlo que hacerlo. En el año que llevamos aquí han pasado siete asistentas por casa. Algunas parecía habrá sufrido la picadura de la mosca Tsé Tsé y desaparecían de nuestra vista, y de sus obligaciones, en interminables siestas. Tuvimos una que faltaba más que venía porque tenía que acudirá a las reuniones de una secta local…. Otra no quería cuidar a los perros, pues les había cogido miedo después de sufrir un espeluznante y terrorífico ataque por dos caniches enanos, que casi le causan la muerte, mientras paseaba a nuestro Rottwelier de 40 kg.
De asistentas, yayas y conductores.
Cuando comenzamos a buscar asistenta ya nos avisaron de estos problemas. Es más, nos dijeron que no nos creyéramos la historia, que seguro nos contaría, sobre un familiar que estaba a punto de morirse, motivo por el cual nos tendrían que pedir días libres y un adelanto de su salario. La primera vez que nos lo contaron no lo creímos. O no lo quisimos creer, a pesar de que era un filipino el que nos ponía en alerta. ¿Quién podría ser tan ruin como mara mentir sobre la muerte de un familiar? Pues como la meigas, haberlas hailas. Pero, a diferencia de las brujas gallegas, este tipo de personas abunda más y es más fácil de encontrar. Efectivamente, hay gente que no tiene el más mínimo escrúpulo en “dar sepultura” antes de tiempo -incluso varias veces- al padre, madre o abuelo: “pero si me dijiste que tu padre falleció hace tres meses, lo recuerdo porque te di 15 día libres y te adelanté 60.000 pesos”, “No, verá usted, entonces estaba muy enfermo, pero se pudo salvar. Sin embargo esta vez…” Ni que decir tiene que esto lo hacen con los extranjeros, pues sus jefes filipinos nos les toleran “ni media”.
Por desgracia, hemos tenido casos más desagradables aun. Una noche Marisa y yo salimos a cenar a un restaurante de Makati. Al regresar, Marisa descubrió que nuestra querida “maid” había hecho uso y abuso de nuestra confianza y de nuestro baño. Aprovechando nuestra ausencia, la feliz criatura había entrado en el baño de nuestra habitación y se había bañado. Tanto se relajó que se olvido el bote de champú que Marisa encontró poco después. Al principio, craso error, pensamos no decirle nada, días después iban a ingresar a Marisa para inducirle el parto y necesitábamos a alguien que se quedara en la casa. Días después del parto, Marisa decidió aclarar el asunto. Habló con nuestra asistenta mientras yo estaba en Karate lesionándome el menisco de la pierna izquierda. Ni siquiera teníamos pensado despedirla, pero la reacción de la chica fue inesperada. Al principio lo negó todo, cuando Marisa le mostro el bote de champú que probaba la veracidad de la acusación, se volvió loca. Empezó a amenazar a Marisa, cogió el champú y empezó a tirarlo salpicando el suelo y las paredes. Marisa estaba tan sorprendida como asustada, no quedándole más remedio que llamar a los agentes de seguridad de nuestra urbanización para que se la llevara de nuestra casa. En el fondo tuvimos suerte, conocemos a otra expatriada cuya “maid” no la amenazó con un bote de champú, sino con un chuchillo de cocina.
De asistentas, yayas y conductores.
¿Cómo actuar entonces? ¿Qué hacer para que no paguen justos por pecadores? Dice mi abuela que el gato escaldado del aguan caliente huye, y nosotros nos hemos quemado ya unas cuantas veces. Solo nos queda hacernos un nudo en el estomago y no ceder antes chantajes emocionales, no se dan adelantos y las vacaciones, asuntos propios y días libres son los estipulados por la ley, ni uno menos, ni uno más. Si en el camino nos encontramos con algún justo le pido perdón por adelantado.
Mientras tanto, seguimos sin encontrar alguien al que poder confiar nuestra casa cuando estemos de viaje.
Mario Jiménez
De asistentas, yayas y conductores.

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