A la vista de lo expuesto en los días precedentes y de toda esta enfangada historia, cabe concluir que el Sr. Bárcenas filtró unos papeles de su puño y letra, cuya autenticidad, es decir, la relación con una contabilidad real del Partido Popular, es más que cuestionable. Nadie, en su sano juicio, utilizaría nombres y apellidos del modo en el que se mostraban los apuntes de D. Luis, que nos enseñó una lista de gastos e ingresos más propia de una familia media que de un gran partido a nivel nacional. Pero sucede, curiosamente, que los momentos más bajos del Partido Socialista coinciden con una movilización mayúscula de los “mass media” pseudoprogresistas, encargados de airear el mal olor y de convocar esas manifestaciones “espontáneas” en la que cada participante luce una pancarta idéntica en formato y leyenda, a la de su compañero de fatigas. Conspicuos miembros del PSOE gastaron los impuestos en cocaína y putas, el director de la Fundación Ideas pagaba a su mujer diez veces por encima del mercado, Elena Valenciano vulnera la ley contratando a su hermana y Chaves regala diez millones de euros del erario público a una empresa con diez trabajadores y de la que su hija es aponderada. Nadie, más allá de la información y la crítica, se movilizó contra la formación política, justamente lo contrario de lo que sucede cuando los implicados en corrupción o comportamiento, cuando menos irregular, son los populares. La supuesta filtración de Bárcenas ha sido conveniente para un PSOE en sus horas más bajas, y ni siquiera sabemos si es verdad. Pero la publicidad ya está hecha y el daño conseguido; el desencanto de los españoles en la clase política crece, e infecta peligrosamente la salud de nuestra joven democracia.