De la orquesta escuela de Berisso llegó a la élite de la música mundial y ya formó su grupo de tango.Hay historias interesantes, otras que es casi necesario conocer, y otras, imprescindibles. Como la del joven de Altos de San Lorenzo Ramiro Minasso, quien quería ser jugador de fútbol y, de hecho, hasta los 14 años lo era, pero Dios o la vida -como cada cual quiera-, su talento y su enorme capacidad de adaptación lo llevaron a una de las escuelas de música más prestigiosas del planeta. En tiempo récord superó todos los obstáculos y en menos de medio año de estancia en Suiza ya tiene su conjunto de tango. Un lujo “made in educación pública argentina”.
Por Carlos Altavista
Y sí, Ramiro Minasso quería ser jugador de fútbol. El hoy joven de 20 años que desde niño se formó como contrabajista en la Orquesta Escuela de Berisso, y que en 2023 fue seleccionado entre pares de todo el mundo para ocupar la única plaza que tenía para estudiar ese instrumento la Alta Escuela de Música de Ginebra, Suiza, uno de los conservatorios más prestigiosos del mundo, tenía el firme deseo de calzarse los botines para siempre. No hace falta decir que Dios, o la vida, como cada uno crea, guardaba otros planes para él. Aunque lo cierto es que el deporte más popular del orbe jugó dos veces un rol central en el destino del chico de Altos de San Lorenzo. Ya veremos por qué.
El 17 de julio del año pasado, el coordinador de la orquesta escuela berissense, el músico y docente Juan Carlos Herrero, nos contaba en una bar de calle 50 esquina diagonal 74 que Ramiro había obtenido esa plaza, la única que había, y que el logro no terminaba allí, pues el profesor de contrabajo en la Haute École de Musique de Genève es Alberto Bocini, alquien tan reconocido en el mundo que más de uno o una daría lo que no tiene por estudiar y perfeccionarse con él.
La nota, en la que “habla” Ramiro, fue publicada por 90 Líneas el 18 de julio bajo un título similar al de este artículo: De El Carmen a Ginebra, el chico de la orquesta escuela de Berisso que llegó a la élite de la música mundial, que recomendamos leer para conocer en detalle la historia del novel músico. Y es que aquí, luego de hacer algunos trazos gruesos para explicar cómo llegó a ese lugar tan codiciado, nos concentraremos en el Ramiro que, tan sólo un mes después de pisar el país que se mantuvo neutral en ambas guerras mundiales, ya formó un grupo de tango que se las trae.
El grupo Luce Tango. De izquierda a derecha:
Gianfranco Garofalo, Luisina Rábago, Harutun Nalbandian
(violines); Saray Ruiz Pulido (alto); Aïlen Briático-Golberg
(violoncello), y Ramiro Minasso (contrabajo)
Entonces, por un rato, volvamos al Ramiro niño que quería ser futbolista pero al cual, lógicamente, también le gustaba la música. “A los 9 años tocaba la flauta dulce”, nos contó, aunque aclaró enseguida que entonces ni el flautista de Hamelín podía alejarlo de la pelota.
Cuestión que Matías Oliver, contrabajista y docente que junto a Juan Carlos Herrero y otros tres músicos plantaron la semilla de la -hoy enorme- Orquesta Escuela de Berisso en la Primaria 25 del populoso barrio El Carmen, había sido compañero de secundaria y era amigo de la mamá de Ramiro, y cada vez que iba a su casa lo “pinchaba” para que vaya a la orquesta. En rigor, viviendo en Altos de San Lorenzo, Ramiro sólo tenía que cruzar la avenida 122 para llegar a El Carmen y a la Escuela 25.
Aquí, por primera vez, la pelota de fútbol jugó su papel a favor de la música. A los 14 años estaba jugando en Cambaceres. A finales de 2014 tuvo una lesión que lo obligó a parar por mucho tiempo, por lo que decidió aprovecharlo, cruzar la 122 e ir a ver de qué iba eso del contrabajo. Se enamoró del instrumento y se sintió tan cómodo con el grupo que colgó los botines.
Apenas un par de años más tarde fue seleccionado para la pre-camerata de la orquesta escuela de la ciudad ribereña por el gran maestro José Bondar, y en 2019 se incorporó definitivamente a la camerata. Las condiciones de Ramiro para la música ya eran indiscutibles.
La educación pública y gratuita de calidad tuvo su edad de oro en el país. Hoy quedan mojones. Escuelas, equipos directivos y/o docentes, proyectos, programas. En el marco del programa provincial de coros y orquestas escuela creado en la primera década de este siglo, vio la luz en el populoso barrio El Carmen de Berisso la Orquesta Escuela de esa ciudad, sinónimo de educación musical de alta calidad
Un día, en casa de su abuela, estaba mirando por TV a River, club del que se confiesa fanático. Y para colmo, el Millonario perdió. Triste, muy triste, se puso a navegar por Internet. Nos dijo que buscaba precios de instrumentos, becas de estudio; necesitaba imperiosamente algo que lo volviera a motivar. Pero la cuestión es que navegando en la red de redes se encontró con la publicidad de un festival de música que se realizaba en Perpignan, Francia, y se dijo: “Voy”. Los profes y compañeros de la orquesta, además de algún organismo oficial, como el Instituto de Cultura bonaerense, aunaron esfuerzos mediante rifas, festivales y una donación para bancar la parada.
A mediados de 2022 participó del festival de Perpignan junto a chicos y chicas de diversos países. La propuesta incluía una semana de perfeccionamiento con profesores de alto nivel. A Ramiro le propusieron cerrar el festival (todo un signo, ¿no?) y lo hizo tocando una obra del gran Astor Piazzolla.
Pau, en el SO de Francia. El conservatorio de esa ciudad invitó
a Ramiro a estudiar allí y, merced a su excelente experiencia, le abrieron la puerta
a otros alumnos o alumnas de la OEB que quieran ir, facilitándoles la comida
y el alojamiento.
En Francia
Sin hablar una palabra de francés, Ramiro fue acogido por una familia con cuatro hijos que estudian música. “No queremos dinero, sino que le enseñes al más pequeño”, le dijo la mujer de la casa. Lo cierto es que se adaptó perfectamente y rápidamente hizo amigos en el conservatorio provincial de Pau.
Hasta que se le abrió la posibilidad de concursar para estudiar en la mencionada Alta Escuela de Música de Ginebra con el profesor Alberto Bocini, el sueño de miles y miles en el mundo. Había una sola vacante. ¿No querés ir al conservatorio de Lyon?, le dijeron en el instituto de Pau. No. Ramiro se la jugó una vez más.
Llegó a la instancia final él, una chica francesa, una surcoreana y un chico árabe. Cuando tuvo que dar su examen, se cayó Internet en el conservatorio de Pau. No importa, lo hizo con un celular prestado. El final ya lo saben de antemano. Ganó ese sitio tan pero tan deseado.
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Ramiro obtuvo esa plaza a mediados de 2023. Hay que recordar que en Europa, a esa altura del año es verano y están de vacaciones; las clases empiezan en septiembre. Es decir que cuando charlamos con Juan Carlos en aquel bar el 18 de julio del año pasado, faltaba más de un mes para que tuviese que viajar y radicarse en Suiza.
“Así como a Francia se adaptó con una facilidad tremenda, el cambio a Suiza fue muy difícil para él, le costó adaptarse”, nos dice ahora Juan Carlos, para aclarar: “Se repuso rápido. ¿Cómo? Buscó afirmarse en sus orígenes. Esto es muy claro: de entrada tuvo clarísimo que quería armarse un grupo de tango para tener una isla donde asirse, donde tener un terreno firme. Y eso hizo, creó allá un grupo” llamado Luce Tango.
“Fue una iniciativa de él. Empezó a pedirnos a nosotros arregladores ‘a troche y moche’, y lo conectamos entonces con dos o tres que pusieron manos a la obra y le mandaron los arreglos”, añadió Herrero. Esa fue la pulsión que, a un mes de llegar a Suiza y en el marco de una adaptación compleja, tuvo Ramiro.
Otro camino que tomó fue relacionarse con latinoamericanos. Pero volviendo al grupo de tango, “esta iniciativa ya tiene sus frutos”, subraya el coordinador de la orquesta escuela. “Hace pocos días, incluso, ya entró en una segunda fase a pesar de que pasó menos de medio año desde que pisó Suiza”. ¿En qué sentido? “Ya quiere, al igual que el resto del grupo, elegir un arreglador fijo al cual le pagarían desde allá. Y es que están buscando hacer algo con un respeto por el estilo musical, algo muy bien hecho”, destacó.
Es decir que no tuvo un amor a primera vista con Suiza pero no se amilanó, sino que salió rápidamente a la cancha buscando amistades latinoamericanas, por un lado, e inmediatamente “echó raíces” a través del grupo de tango.
“Otro dato a resaltar es que los papeles, cuando se fue a Francia, no salían y no salían, hasta que salieron. Tuvo paciencia. Tiene una resiliencia admirable. Y en Suiza le pasó lo mismo, hasta último momento no salían los papeles y debía empezar las clases; llegaron sobre la hora”, comenta Herrero, para entrar en un terreno central: “En el mientras tanto, no tenía ni idea de dónde iba a vivir. Tenía unos conocidos en una pensión, pero resulta que ya estaba completa. Pero tampoco se amilanó”.
¿Que hizo? “Empezó a poner carteles en todas partes, del lado francés. Y es que Ginebra limita con Francia, de manera que hay poblados franceses pequeños cruzando una calle. Un día lo contactó una familia que le ofreció alojamiento gratuito con la ‘condición’ de que hable con ellos pura y exclusivamente en español, porque el padre de la familia y una hija lo están estudiando, o lo estudiaron, y quieren perfeccionarlo”, relató.
Las vueltas de la vida: a los 14 años, tras una lesión que lo dejó fuera de las canchas, Ramiro cruzó la avenida 122 desde su Altos de San Lorenzo a El Carmen de Berisso e inició el estudio de contrabajo en la orquesta escuela. Seis años más tarde, cruzando una calle desde Ginebra a Francia halló un hogar que lo acogió de modo fenomenal.
“Tanto cariño le tomaron, que esta familia francesa decidió por cuenta propia financiarle un viaje a la Argentina, adonde Ramiro vendría por primera vez, después de un año y medio de ausencia, a finales de junio, cuando en Europa entren en el receso de invierno del ciclo lectivo. Él les dijo que se los podría devolver en comodísimas cuotas, y la respuesta fue que no importaba, que no le iban a permitir que lo rechace porque saben de sus ganas de visitar a su familia y a sus amigos”. Y de ‘enredarse’, seguramente, en algún ensayo o concierto de su alma mater: la Orquesta Escuela de Berisso.
Huellas
Las fiestas de fin de año las pasó con la familia que lo alojó en Pau, Francia, durante su estancia en el país galo; está claro que dejó su huella allá también.
Pero “la huella de Ramiro” no termina allí. Para el conservatorio de música provincial de Pau fue un privilegio tan grande que un alumno suyo entrara a la archiprestigiosa Alta Escuela de Música de Ginebra, que las autoridades de la institución pidieron una reunión -vía zoom- con los responsables de la orquesta escuela berissense, en la cual “el director del conservatorio de Pau nos dijo que si tenemos otros alumnos con talento, con ganas, con agallas y con todo lo que hay que tener para sobrevivir en una cultura tan distinta como lo hizo y lo está haciendo Ramiro, tienen las puertas abiertas. Le darían la posibilidad de comer por un euro, así como la de alojarse en casas de familias cercanas al conservatorio”, nos comenta Juan Carlos Herrero.
En buen criollo: Ramiro está marcando una huella en Europa que quizás él aún no dimensione. Maravilloso.
Carlos Altavista