Revista Opinión

De bibliotecas, pollos y conejos

Publicado el 30 agosto 2018 por Manuelsegura @manuelsegura

De bibliotecas, pollos y conejos

Era Jorge Luis Borges el que solía decir aquello de que se imaginaba el Paraíso como una inmensa biblioteca. No obstante, fue bibliotecario durante una espaciosa etapa de su existencia, un puesto que tuvo que abandonar al ser ‘promovido’ por el gobierno peronista al nada desdeñable cargo de inspector de mercados de animales de corral. Dicen que eso nunca se lo perdonó al general Perón, ese hombre que bebió los vientos por Evita y que fue tres veces presidente de la República Argentina. Borges lo repudiaba, tanto que hasta se cuenta que un día, al ir a cruzar una calle, un joven que lo ayudó lo reconoció, llamándole maestro, y le confesó que era votante peronista, a lo que el escritor le respondió que no se preocupara porque también él era ciego.

Mi relación con las bibliotecas data de la adolescencia. La pública de Molina de Segura, ubicada entonces en un inmueble en pleno centro de la localidad, era la que más frecuentaba, a falta de que hubiera una en mi pueblo, algo que tardó en llegar. Allí ya pude comprobar que las bibliotecas solían ser esos sitios de los que se decía que en ellos uno podía perder la inocencia sin perder la virginidad. Doy fe de esas sensaciones en aquellas tardes primaverales entre enciclopedias, como también de que existe un perfume femenino que, en ocasiones, me transporta en el tiempo hasta aquel reducido local donde el silencio era impuesto y las miradas, cómplices.

Durante el servicio militar pasé muchas horas en la biblioteca del cuartel. Allí me embriagué con las primeras novelas de Eduardo Mendoza y leí de corrido ‘La verdad sobre el caso Savolta’, ‘El misterio de la cripta embrujada’ y ‘El laberinto de las aceitunas’. Disfruté con ‘El fútbol: mitos, ritos y símbolos”, de Vicente Verdú, que nos dejó la semana pasada. Y en un más difícil todavía, como en el circo, hasta fui capaz de echarme al cuerpo ‘La dama de las camelias’, ese culebrón que para su época escribió Alejandro Dumas. La biblioteca fue en esos meses una suerte de reducto, un remanso de paz, acaso esa delgada línea roja entre la civilización y lo que muchas veces se me antojaba como la barbarie. Y, ante mi falta de ardor guerrero, en aquel regimiento de infantería me lancé con tal ahínco a la lectura como nunca más lo he vuelto a hacer. Algo así como le pasaba a Virginia Woolf, de la que se cuenta que saqueaba las bibliotecas públicas, asegurando que siempre encontraba en ellas tesoros hundidos. O a Doris Lessing, que las elevaba al rango de templos de la democracia porque era solo en ellas, sentenciaba, donde nadie podía decirte lo que debías leer, cuándo y cómo.

En Murcia contamos desde 1996 con una Biblioteca Pública Regional que resulta modélica y ejemplar. Soy asiduo visitante y socio desde hace casi dos décadas. Me regocija pasar horas en sus instalaciones porque ello me reconcilia con mi pasado. Tras suprimir hace un tiempo la apertura los domingos, ahora se anuncia una reducción del horario para los sábados, por lo que permanecerá abierta desde septiembre desde las 11 a las 20 horas. Se alega que estos recortes se hacen por ajustes laborales de quienes trabajan en ella. Alguien dijo en una ocasión que el activo más valioso de una biblioteca es el que se marcha cada noche. Y que ese era su personal, los bibliotecarios y bibliotecarias, esos avezados guías turísticos del conocimiento. Los mismos que en el laberinto inflacionista de información en el que nos desenvolvemos te lanzan un flotador y te enseñan a nadar. Es de esperar que nadie los ponga a inspeccionar pollos y conejos, como pretendieron hacer con el insigne Borges en 1946.

Es acaso una esperanza, quizá rayana en la candidez, como lo es que para bien de la ciudadanía y los usuarios en general, algún día no muy lejano, a ser posible, las bibliotecas sean consideradas por quienes nos gobiernan como instituciones más importantes que los bancos, por poner solo un ejemplo que nos resultará en exceso lacerante.

[‘La Verdad’ de Murcia. 30-8-2018]


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