Revista Psicología

De boda

Por Blogtpl

En doce días tengo un nuevo reto, así que empieza la “Operación boda”. Se casa una amiga de la universidad y quiero estar bien. No espero deslumbrar, pero sí hacer un papel digno. Así que ya puedo espabilar.

Seguro que si yo fuera hombre, este post sería muy corto: “Me pondré el traje de las bodas y la corbata que me diga Teresa”. Pero he nacido mujer. Y tengo muchas dudas. Algunas existenciales

El vestido. Aquí no tengo nada que pensar. Todavía estoy muy lejos de mi peso de antes del tercer embarazo, y a años luz del objetivo de la operación pibón. El vestido lo tengo y sólo espero que me quepa. Todavía no me lo he probado. Pero yo creo que sí. Más me vale. En cuanto acabe de escribir esto me lo pruebo. Como no entre me oiréis llorar. ¿Cuántos kilos se podrán perder en doce días sin desmayarse de hambre?

Los zapatos. Unos que tengo y que ya he sacado del armario. Sólo con verlos me hacen daño. Eso sí, son preciosos y costaron una pasta. Me llevaré bailarinas para dar el cambiazo en cuanto pueda, porque alguna vez me he quedado descalza y es un horror.

Medias. Mi gran duda. Medias sí o medias no. Todas las it girls lo dicen: no te pongas medias, queda mucho mejor con la pierna al natural. Claro que seguro que no se refieren a mis piernas al natural. Yo soy bastante blanca, pero es que mis piernas creo que no tienen melanina. Y tampoco las veo en su mejor momento en cuanto a forma se refiere. Vamos, que “al natural” no puedo ir. Pero seguro que el autobronceador no se considera “artificial”. Lo único que nunca consigo echármelo bien.  Además está el frío que voy a pasar. Enfín, que no seré nunca it girl. Porque a mí me gustan las medias: dan color a las piernas, protegen algo del frío y estilizan. Y para esto último están las famosas medias “faja”. Qué gran invento y qué tortura a la vez. Una vez me puse unas para una boda y lo pasé fatal: con el paso de las horas me fui hinchando por la comida y perdiendo facultades por las copas, así que cada vez que iba al baño se me hacía más difícil recolocarme las puñeteras medias. Me las tuve que doblar para que no me aplastaran la barriga y al final, así dobladas, me hacían más tripa que la que tenía. Claro está, que a esas horas ya nadie se podía fijar en nada y que la imagen que quedó de mí fue la estilizada. Tal vez me ponga medias para la ceremonia y las fotos y me las quite junto con los zapatos.

El peinado. Para el pelo necesito un tocado. Si lo piensas en frío, lo del tocado es algo ridículo. Pero en las bodas queda fenomenal. Yo antes nunca me los ponía, me daba vergüenza. Ahora me encantan. Cuanto más pluma o más adorno, mejor. Todavía no he mirado ninguno, pero como tengo unos cuantos en casa, no me preocupa.

Otros: me quiero hacer la manicura en plan bien. A ver si lo consigo. Espero que me dé tiempo a ponerme todas mis mascarillas en el pelo y en la cara antes de la boda. Para estar radiante. Con el bolso tengo dudas. Es que encima hay que ir con bolso pequeño y estoy acostumbrada a ir con la casa a cuestas. Luego no me cabe nada. Y luego maquillaje, joyas,… puf, que de cosas en las que pensar.

Qué poco queda. Últimamente me había tocado ir a las bodas embarazada. Qué experiencia. Qué horror. Tú ahí, con tu tocado, tu bombo y tu vestido premamá de fiesta, viendo como la gente a tu alrededor se va poniendo ciega de copas y de jamón. Y, a medida que pasan las horas, vas viendo como todos (incluída gente de cierta edad) van perdiendo la compostura. Al final, harta de que se te acerque la peña a darte conversación de borracho y a tocarte la tripa con sus manos sucias, decides irte dignamente. En una ocasión, cuando me estaba despidiendo, una amiga me tiró su copa encima. Recuerdo subirme al taxi con mi barriga y un olor a whiskazo tremendo. El señor taxista no dijo nada, pero me miraba una y otra vez por el retrovisor. Le dejé pensar lo que quisiera, no estaba de humor para dar explicaciones.

Doce días. Tengo ganas. Estaremos las amigas. Bueno, lo confieso: en el fondo, lo que más me apetece de irme el fin de semana de boda es dormir en el hotel. Es que encima voy sola, sin marido. Es decir: tengo una cama grande, un baño y una habitación con la puerta cerrada para mí. Estoy por irme ya. ¡Vivan los novios!


De boda.


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