No puedo negar que me encantan las bodas, y es que es una noticia maravillosa que dos personas que se quieren se prometan para siempre, para compartir toda la vida juntas. Para pasar por momentos buenos y otros malos, y para convertirse, tal vez, en padres de alguna que otra criatura.
En toda mi vida "solo" he asistido a tres bodas que recuerdo perfectamente: la de mi tía Irene, la de mi prima Elvira y la internacional boda de mi amiga polaca Mirella del pasado año. Este año se sumarán dos bodas más a esta pequeña lista: la esperadísima boda de mi querida hermana y la de dos amigos de toda la vida del colegio, la de Manuel y Adriana. Las fechas están ya más que fijadas: el 14 de agosto y el 5 de septiembre de este mismo año.
Como suele decirse, el hecho de casarse tiene que apetecer a la pareja muy mucho, pues el tema organizativo supone mucho trabajo (hacer las invitaciones y avisar a la gente del evento, elegir restaurante, acudir a los cursillos prematrimoniales para la pareja que se case por la Iglesia…) y un gran desembolse de capital (vestido, comida, fotógrafo, autobús, chófer, flores…).Las bodas también suponen un desembolse de dinero para los invitados. En algunas ocasiones son estos los que preferirían no haber sido invitados para no tener que meterse en gastos de regalo, vestido, viaje etc. Sin embargo, aunque al comienzo de conocer la noticia esto pueda dar al invitado un poco de pereza, lo cierto es que la ocasión suele merecer la pena y el escoger traje o regalo pueda ser incluso divertido. Y normalmente lo más agradable es poder reunirse con los familiares y amigos el día de la boda para ponerse al día de todas las noticias personales.Cuando te das cuenta que quieres pasar el resto de tu vida con una persona, quieres que el resto de tu vida empiece lo antes posible (CRISTAL, Billy).