Después de dos semanas leyendo el libro a pequeñas dosis (no quería que se terminara: es delicioso), concluyo De buen ayre e de fermosas salidas, la bella y bien compensada “Crónica de 777 años de la Universidad de Murcia (1243-2020)” escrita por Pascual Vera, donde me he encontrado con infinidad de detalles que no conocía sobre el lugar donde cursé mis estudios superiores.
Ignoraba, por ejemplo, que su primer rector (ateniéndonos a la nomenclatura de la modernidad) fue Mohámed Ibn Ahmed Ibn Abubéquer, el célebre Al-Ricotí; o que la primera mujer matriculada en sus aulas fue (en el año 1915) Gabriela Fernández Váquer, que venía ni más ni menos que desde Filipinas; o que Caridad Sánchez Ledesma fue la primera mujer que consiguió licenciarse (y con unas calificaciones altísimas), allá por 1927; o que la única librería universitaria que había en Murcia en 1917 era La Covachuela (lugar mítico donde yo mismo compraba revistas culturales, setenta años después).
Tras haber leído hace pocos días la obra La ridícula idea de no volver a verte, de Rosa Montero, me emociona volver a encontrarme en las páginas de este libro con la polaca Marie Curie, que se entrevistó en Murcia con el rector José Loustau (sin que existan, ay, fotografías de aquella visita ni de aquel encuentro). Como también me ha emocionado encontrarme referencias e imágenes de la cartagenera Carmen Conde (que visitó la universidad en mayo de 1936), de la genial lexicógrafa María Moliner (que impartió clase en sus aulas y que no pudo ser conocida por Gabriel García Márquez por motivos de salud, pese al interés extraordinario del novelista) o de la unionense María Cegarra (que cursó en sus aulas la carrera de Química). Y no menor conmoción me han provocado las imágenes (que nunca había visto) de las dependencias universitarias convertidas durante 1937 en hospital de guerra.
Y si nos acercamos a tiempos más modernos, qué voy a decir de las fotografías (para mí entrañables) de Manuel Muñoz Cortés, Francisco Javier Díez de Revenga, Mariano de Paco o Pedro Olivares, a quienes me he ido encontrando en mi vida, y de quienes he aprendido infinidad de cosas. O de la sonrisa que se me ha puesto en la cara al ver de nuevo una imagen del primer ejemplar de la revista universitaria “Campus”, en la que participé, si no me falla la memoria, desde el número 2.
En suma, que Pascual Vera me ha enseñado lo que ignoraba y me ha recordado lo que amaba, todo ello con una selección estupenda de informaciones, imágenes bellísimas y una prosa pulcra y admirable. ¿Se le puede pedir más a un libro? Yo me pongo en pie ante volúmenes como éste.