"De tal manera, detrás de la historia evidente de los cambios económicos, de las exigencias sociales y de las maquinaciones políticas, existe una historia secreta que abarca las tendencias íntimas del pueblo alemán. La demostración de esas tendencias por medio del cine alemán puede contribuir a la comprensión del poderío y de la ascensión de Hitler."
En cierto modo, lo que el cine de los años veinte parece expresar al pueblo alemán es que existen solo dos alternativas: el caos provocado por la anarquía o el orden que ofrece un régimen tiránico. Bien es cierto que la subyugación que produce esta última opción es reflejada en producciones tan populares como Doctor Mabuse o El gabinete del doctor Caligari, películas en las que el genio maligno se utiliza para acumular poder, en algunos casos casi absoluto. Otras tan interesantes como El último, mostraban como un mero uniforme podía ser un instrumento de prestigio social y de distinción frente a la masa, aunque al final toda la ciudadanía alemana acabara uniformada de un modo u otro con la llegada de Hitler al poder. El individuo debía buscar su integración y su lugar junto a sus semejantes. Quien cambiaba radicalmente de forma de vida, quien renunciaba a una posición con buena reputación social, podía acabar tan ridiculizado como el protagonista de El ángel azul.
Pero en realidad la seducción del líder absoluto, cuya entera existencia está consagrada en mejorar la vida de su pueblo se dará en la interminable serie de producciones dedicadas a exaltar diversos episodios de la biografía de Federico el Grande, el dirigente modelo al que los alemanes deberían aspirar a restituir, una serie que se prolongaría durante toda la República de Weimar y seguiría gozando de buena salud con la llegada de los nazis al poder, En estas películas se trataba de mostrar que la seguridad de que gozan los súbditos de un dirigente dotado del genio de Federico es impensable para los ciudadanos de una democracia, un régimen inestable que jamás puede dirigirse a una meta definida.
Así pues, con un análisis minucioso de un gran número de producciones de la época (algunas desconocidas para mí), Kracauer establece, a través de una gran erudición cinematográfica, su interpretación del significado de las mismas, examinadas a la luz de lo que sucedió después. ¿Anunciaban todas estas películas el desastre que inevitablemente iba a sobrevenir? Quizá eso sea decir demasiado, pero un análisis profundo de las mismas sí que puede arrojar algo de luz a la facilidad con la que buena parte de los alemanes (sobre todo esa clase media que es protagonista en el ensayo de Kracauer), se arrojó ciegamente a los brazos de unos dirigentes criminales que les prometieron una gloria militar, totalitaria y racista y acabaron dirigiéndolos al más absoluto de los desastres. No es el que cine pueda actuar como oráculo de la inmediata historia por venir, pero De Caligari a Hitler ofrece una indagación muy estimulante de cómo una forma de cultura popular recién implantada en aquellos años pudo influir en la psique colectiva de toda una nación.