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Vetusta Blues. -
"De cámping por el Campo"
El verano es siempre una época donde las noticias curiosas y extravagantes se multiplican. Uno no sabe si es por el calor, por la ausencia de otros elementos relevantes o porque son muchos los que se salen de su rutina para abordar sus vacaciones.
Oviedo está siendo protagonista de múltiples y polémicas que oscurecen los asuntos trascendentales en los que está envuelta la ciudad en estos meses. Nada, olvídense del futuro de La Vega, del abandono del barrio del Cristo, de la ruina de la plaza de toros, de la construcción de un instituto en La Corredoria, de los múltiples accesos a la ciudad aún pendientes, de las también ruinosas construcciones en Almacenes Industriales invadidas también por suciedad y escombros; en estos meses de verano entran al asalto nuevos temas, no sé si considerarlos refrescantes. Un pregón en unas fiestas de barrio con dos gogós disfrazadas de colegialas se convierte en asunto trascendental para todos, lo mismo que un showman de moda haga un posado artístico desnudo para promocionar la ciudad en la Feria de Muestras de la vecina Gijón. El verano, ¡ay, el verano!
Pero, entre todos estos temas tan importantes para el discurrir diario de nuestras vidas en la ciudad, el que más me ha llamado la atención es el de los cuatro malagueños que decidieron, así, por las buenas, acampar en nuestro Campo de San Francisco. Vivimos en un mundo donde las normas de convivencia carecen de significado. ¿Por qué esperar cuando el semáforo se pone rojo? Si vas al volante y el mismo semáforo se pone en color ámbar supone -todo el mundo lo sabe- el motivo perfecto para pisar el volante y acelerar, tal y como te enseñan en las autoescuelas. Cometes un atropello, dices que vas a aparcar y aprovechas para darte a la fuga. Si un socorrista te previene que no te bañes en una zona peligrosa, la reacción es agredirle -verbal o físicamente- no agradecérselo.
Hace unas semanas, me encontraba de vacaciones en Pamplona en casa de mis queridos amigos Rodrigo Miguélez y Mery Cachán: pasamos por un enorme monumento a los encierros sanfermineros y me contaron las historias de mucha gente que se encaramaba a los toros, resbalaba y se caía haciéndose todo tipo de lesiones. Evidentemente, se acabó por prohibir, con un enorme cartel avisando. Al día siguiente, paseando con Rodrigo, contemplamos, atónitos, a toda una familia, fotografiándose, subidos cada uno de sus miembros, a las diversas esculturas. El cartel hacía las veces de testigo mudo.
Cuando los improvisados campistas fueron desalojados por la policía, comentaron que en Galicia no se ponían así. Pues bien, para estos cuatro individuos malagueños la acampada debería ser libre, que en Galicia no se ponen así. Podrían, también, por qué no, haberlo hecho sobre el asfalto de la calle Uría, que en Galicia no se ponen así. Incluso, a la puerta de cualquier portal de la ciudad, que en Galicia no se ponen así. Habría que ver cómo se pondrían en Galicia y si iban a ser tratados tan cortesmente como en Oviedo.
MANOLO D. ABAD
Publicado en el diario "El Comercio" el sábado 5 de agosto de 2017