Revista Opinión

De cara a la pared

Publicado el 03 febrero 2016 por Javier Jiménez @JavierJimenz

IMG_0561Bastan uno pocos meses y una ideología firme en lo radical para cambiar la fisionomía de una ciudad. El afán de poner el pie sobre todo lo que recuerde que una vez hubo quien no pensaba como quienes ahora gobiernan Madrid se ha puesto de manifiesto una vez más con las actuaciones urbanas, que no urbanísticas, con las que nos regala cada mañana el Consistorio y quienes lo ocupan.

La última ha sido derribar el monolito ‘al alférez provisional’. Es curioso cuánto parecido tienen esta gente de Ahora Madrid con aquella figura militar surgida en el 36 por las urgencias de la guerra. La falta de mandos militares y sobre todo de tiempo para formarlos, obligó a crear este empleo con personas que no aportaron más conocimiento a la milicia que una formación académica por encima de la media de los españoles de entonces.

Uniformes y estrellas aparte, los políticos de la franquicia madrileña de Podemos son un poco más de lo mismo. ‘Ediles provisionales’ podría rezar un hipotético monolito. La falta de regidores hizo que de la calle, y con un poco más de formación que quienes les escuchaban en las interminables asambleas de la Puerta del Sol, surgieran estos políticos en un giro de la historia que cambia el escenario para repetir los personajes, y mientras aquellos alféreces caían como  moscas en las batallas, estos apuestas por morir matando en los despachos.

Lo cierto es que los actuales munícipes han sacado la partida de nacimiento para acreditar que son hijos del matrimonio contraído entre dos de los peores defectos del ser humano, la ignorancia y el sectarismo. Un emparejamiento que nos ha dejado una descendencia empeñada en cambiar la apariencia de la ciudad de Madrid a cualquier precio, y a falta de quien les esculpa monumentos como los que ahora derriban, la han emprendido con las fachadas. Murales gigantescos, una práctica muy del gusto de los regímenes comunistas, aparecen allá donde el ayuntamiento capitalino encuentra un muro disponible en el que perpetuar sus propios símbolos, y de paso, poner de cara a la pared al ciudadano que mientras intenta descifrar mirando hacia arriba, que es aquello que de repente adorna su barrio, no parece fijarse en el desgobierno que rige a pie de calle.


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