De Cómo El Método Reggio Emilia Cambió Mi Vida

Os contaré una cosa.

De pequeña tenía claro que NO me dedicaría a la docencia. Me parecía el trabajo más aburrido del mundo. Porque a mi, el cole no me gustó demasiado.

No obstante, con el paso de los años, la opción de enseñar fue abriéndose camino en mi mente y en mi corazón, impulsándome a dedicar mis estudios superiores a ello. Realicé la licenciatura de Psicología con intención de trabajar en un centro educativo, pero luego la cosa se puso difícil y decidí hacerme sanitaria. Posteriormente volví a intentar reconducir mi camino realizando el Grado Superior de Educación Infantil. Y lo conseguí.

A lo largo de mis estudios, estudié una única realidad; una única manera de enseñar. Los cinco años de la Licenciatura de Psicología y los dos años que dediqué a la obtención del Ciclo Superior de Educación Infantil me mostraron siempre las mismas teorías. Me enseñaron muy pocos métodos de aprendizaje que aplicar en mi práctica profesional. Como diría mi madre, solo sota, caballo y rey. Hasta que un día empecé mis prácticas formativas en un centro Reggio Emilia, que me hizo conocer y aplicar a fondo este método.

Pues resulta que el método Reggio Emilia me cambió la vida.

Tuve (y sigo teniendo) una vinculación muy fuerte con ese lugar. Dentro de esas cuatro paredes pasaban cosas maravillosas. Un centro que me cambió totalmente mi manera de sentir, pensar, educar y enseñar, que puso patas arriba mis valores y me inculcó otros mucho más interesantes, divertidos y respetuosos. Que me permitió conocer a personas cuyos corazones se les salían por las orejas, porque no les cabían en el pecho. Y de este cambio nacieron muchas cosas bonitas que sigo conservando (entre ellas, la creación de este blog).

Adentrarme en este método y basar mi formación práctica en ello me hizo descubrir otra forma de transitar por la vida. Mucho más respetuosa, amena, visceral. Sin prisas, sin hacer caso a las presiones sociales. Sin atender a plazos convencionales. Dándole, a la infancia, el tiempo que necesita para desarrollarse y, sobre todo, estar dispuesta a nutrirme de todo lo que los niños me ofrecen, dejando a un lado mi papel de adulta, que muchos otorgan como «superior».

Este método educativo toma otra dimensión cuando eres madre de un niño con necesidades educativas especiales, cuyo desarrollo dista mucho de los hitos convencionales y va por otro camino, mucho más lento y diferente que el considerado como «normativo». Y, en este sentido, Reggio Emilia me ha ayudado a entender que cada persona es distinta, reafirmando mi pensamiento de que no por ello menos válida. De él he adquirido la paciencia para enfrentarme a las diferencias que mi hijo presenta en comparación con sus iguales, a aceptarlas como válidas y a entender que todos, independientemente de la edad que tengamos, somos piezas únicas que lo único que necesitamos es contar con el tiempo, la paciencia y el amor necesarios para desarrollarnos como personas. A nuestro ritmo. A fuego lento. Y sin prisas.

Pero, ¿Qué es el método Reggio Emilia?

Reggio Emilia es un método educativo que, aunque actualmente se ha puesto de moda y son muchos los centros que lo otorgan, existe desde después de la II Guerra Mundial. Se trata de un método educativo que se centra en la persona, teniendo en cuenta sus intereses y sus particularidades para desarrollar, a su alrededor, un entorno educativo adecuado para su desarrollo. La persona aprende a partir de la observación y la experimentación de la naturaleza y de todos los elementos que influyen en ella. Por ello, Reggio Emilia pone a disposición del niño o niña elementos naturales para que sea él o ella quien, a su ritmo y con su propia experimentación, consiga aprender de ellos. La persona adulta es tan solo una guía en este aprendizaje, que no impone ni exige lo que debe realizarse.

Es, por tanto, un método educativo basado en el respeto y en la más pura experimentación, que consigue sacar de las personas sus verdaderas motivaciones y darles el valor que se merecen.

Método Reggio Emilia en el cole y en casa

Se trata de un método que, aunque parece que está en auge, todavía no ha llegado a la mayoría de los colegios públicos. Es cierto que cada vez más centros privados están incluyéndolo en su plan educativo. Esperemos que poco a poco llegue cada vez a más colegios y que los niños y niñas puedan beneficiarse del impacto tan positivo que crea en sus vidas. De todas formas, actualmente los colegios están adaptando su método educativo para poder ofrecer una atención de calidad (aún queda para conseguirlo 100%, pero creo que vamos por buen camino).

Si queremos aportar nuestro granito de arena desde casa, podemos ir implementándolo poco a poco, siguiendo algunas de las premisas fundamentales y ofreciendo posibilidades de aprendizaje afines a este método. Aunque dentro de poco os contaré actividades específicas para ir haciendo, podéis ir elaborándolas siguiendo estas pautas:

• Ofrecer elementos naturales que vuestros hijos e hijas puedan manipular libremente, sin peligro de toxicidad ni nada por el estilo, y descubrir el mundo que les rodea a través de ellos (como, por ejemplo, bajar al parque con una lupa y ver los insectos, amasar plastilina casera y/o participar en el proceso de realizar una receta)
• Evitar ofrecer tareas ya programadas, juguetes y/u otros objetos especialmente destinados para un solo uso concreto, pues esto no les favorece su experimentación.
• Dejar que sean los propios niños y niñas quienes realicen sus actividades de la manera que ellos decidan, sin ofrecerles ningunas pautas específicas. Por ejemplo, a la hora de dibujar o pintar, favorecer que sean ellos mismos los que elaboren su dibujo sin intentar influenciar en las formas que dibujan o colores que usan. Mucho menos ofrecerles dibujos ya hechos.

Estas premisas son básicas para desarrollar su motivación y aprendizaje en todo su esplendor. ¡Ponlas en práctica y me cuentas!

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