Una vez les enseñas algo, tienes que seguir el ejemplo. Día tras día. Y aunque tengas prisa. Porque te lo recordaran.
L'aînée sabe que hay que esperar a que el semáforo se ponga en verde para cruzar. Sabe que hay que mirar a un lado y a otro antes de cruzar.
El domingo, antes de ir al parque, bajamos a por unos caramelos. Y tuvimos que cruzar la calle. No pasaba ningún coche, ni el tranvía. El semáforo estaba en rojo, y es de los que tardan, así que de la mano, cruzamos, diciéndole que eso era una trampa, y que no hay que hacerlo nunca.
Se quedó con la imagen. Y en cuanto su padre llegó al parque, se lo contó.
Y ahí hubiera quedado la historia, como una simple anécdota, salvo que por la noche, les conté la historia de dos hermanas que iban solas al parque, cogidas de la mano, y que se paraban en el paso de peatones, a la espera de que el semáforo cambiara de color. Y cuando no había, hacían señas a los coches, para que pararan.
La tenía encaminada al mundo de los sueños, cuando me recordó que esa mañana, habíamos hecho trampa al cruzar. Y que después, con papá, habían cruzado también en rojo. Y que le había dicho a papá que eso no se podía hacer.
Lección aprendida, hija. No volveré a cruzar nunca más en rojo. (Al menos, estando contigo y tu hermana)