Y llegó el ansiado día. L'aînée iba a tener su primer festival en el colegio. ¿La cita? El viernes a las 16.15 horas para ayudar a la maestra a vestir, junto con un par de mamás más a los niños de la clase. Y a las 17 en el salón de actos.
Ambas salimos de casa con ilusión y ganas. Ella vestida con unos leotardos blancos y una camiseta blanca para poder ponerse el traje de muñeco de nieve sin pasar frío. Y un abrigo, porque tampoco era plan de que fuera enseñando el culo por la calle.
Al llegar, ayudamos a los niños a vestirse, traje, bufanda con un montón de purpurina, el gorro y la tarjeta al cuello. Estaban todos para comérselos. Nos fuimos las 4 madres y yo al salón de actos, que estaba lleno a reventar. Y allí me encontré con el padre y con la petite, que como algunos lectores sabrán ya, estaba apestando, y eso que la cambié antes de salir de casa.
El padre tenía la videocámara en una mano, la cámara de fotos en la otra mano, y el móvil haciendo malabares sobre la nariz.
Tras la entrada de unos niños cantando y tocando la guitarra, salieron las dos clases de primero de infantil. 50 muñequitos de nieve, uno detrás del otro, muy formales, y con sonrisas nerviosas.
Fueron colocados en tres filas, y mi hija, sí, mi hija estuvo en el centro, dominando todo el escenario. Nos vió, nos saludó, y empezó el primer villancico.
Las maestras estaban debajo del escenario escenificando y vocalizando el teatro, pero los niños lo hicieron francamente bien. No conocía ninguno de los dos villancicos, pero me gustaron. Y ella estuvo espléndida.
Y lo malo es que aún cuando ya l'aînée ha actuado, sigue diciendo, cuando comenzamos a cantar el villancico que nos callemos, que es secreto.
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