De momento, este año, tengo la guardería que cumple con su papel de "guardar", además de educar, durante el mes de julio. Pero el año que viene, con l'aînée en el colegio, serán
Realmente, se unen dos temas aquí, el pueblo y los abuelos.
Tal vez hoy, en día, es más normal, ser un urbanita, vivir en la ciudad, conocer toda la ciudad, incluso las playas se comen parte de la ciudad, para estar incorporadas a la misma.
Un pueblo era todo lo contrario, ver las estrellas por la noche, sin luces que te lo impidan, escuchar los grillos y no las pitas de los coches, sentir el frescor de la mañana, y escuchar al gallo de la casa de al lado. Conocer todos los animales de una granja, caminar por la hierba con los pies descalzos, subir a un árbol, ver un nido de pájaro, y una colmena, construir un refugio, hacer volar una cometa... Hay tantas y tantas cosas que se puede hacer en un pueblo. (Y sí, también en el jardín de casa, pero no es lo mismo) Y sobre todo, poder ir por la calle, sin necesidad de prestar atención a si pasa un coche, jugar con la pelota, saludar a las abuelas, sentadas delante de la puerta de su casa. ¿Imagen idealizada?
Las abuelas ya no existen. Una desde hace tiempo, la otra murió al mes de nacer l'aînée. No van a conocer ese tipo de cariño, en el que se las mima, sobreprotege, les cogen las mejillas hasta estrujárselas y que salgan los colores. No escucharán el típico "te pongo más comida, que has comido poco", o "no recojas, ya lo hago yo, pero no se lo digas a mamá". Tampoco les contarán las batallitas de su infancia, ni las aventuras de sus padres de cuando teníamos la misma edad que ellas. Echaré en falta que ellas me puedan ayudar con las niñas cuando estén malas y estemos trabajando, o cuando necesite una canguro por el motivo que sea, o simplemente irlas a visitar para que se las colme de atenciones.