Revista Viajes

De Contamana a Pucallpa: luces indómitas y barcos que encallan

Por Pablosolorzano

Al subir al PEDRO MARTIN II (ver entrada anterior) nos dimos con la sorpresa que este inmenso barco estaba casi vacío así que esta vez no había que pelear por un espacio para colgar la hamaca –como sucedió en el viaje de venida desde Pucallpa- y todo parecía que iba a ser un viaje más cómodo por el espacio que tendríamos para movernos. La razón por la que esta embarcación estaba casi desocupada era debido a que había varado un par de veces y los viajantes no quisieron esperar más y se habían pasado a otro barco. Esto, claro, en ese momento no lo sabíamos. De haber tenido idea de ello lo habríamos considerado un mal augurio, definitivamente.

De Contamana a Pucallpa: luces indómitas y barcos que encallan

En el barco, dejando Contamana. Perú.

De Contamana a Pucallpa: luces indómitas y barcos que encallan

De Contamana a Pucallpa: luces indómitas y barcos que encallan

En el barco, dejando Contamana. Perú.

De Contamana a Pucallpa: luces indómitas y barcos que encallan

De Contamana a Pucallpa: luces indómitas y barcos que encallan

Tuvimos que esperar poco más de una hora hasta que se embarcasen bultos y pasajeros. Mientras tanto un sol que era un solo de fulgor, puro oro luminoso, fue cayendo en picado y acercándose a la piel del río dejando al mundo ebrio de una luz soberbiamente bella, delicada. El cielo se había vuelto una hoguera donde brasas y fuegos ilimitados habían creado un espectáculo irrepetible para alguien como yo que no había visto jamás algo así. ¿Qué es esto?, ¿La última luz del mundo?, ¿El día primero de la tierra?, ¿Una explosión atómica en los confines del mundo cuya tétrica reverberación ha llegado hasta aquí? Ese fuego delirante hacía que el tren de nubes que pasaba por el horizonte pareciera una exposición de siluetas, un teatro de sombras expuestas al mundo entero. Adoré ese atardecer, quedé impregnado de su esencia. Tenía esa fuerza de desasosiego que produce todo aquello que es sublime: une mezcla donde se junta lo ilimitado, lo excesivo, lo incomprensible, lo grandioso, lo intimidante. Es inevitable no sentirse feliz y aterrado al ver todo ello. Feliz porque pocas cosas se comparan a un atardecer como este que era un premio que se nos daba por haber venido hasta Contamana y aterrado porque lo grandioso siempre nos hace patente nuestra finitud, nuestra pequeñez, nuestra momentánea circunstancia aquí, en este mundo. 

De Contamana a Pucallpa: luces indómitas y barcos que encallan

Atardecer en la selva. Contamana - Perú.

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Atardecer en la selva. Contamana - Perú.

De Contamana a Pucallpa: luces indómitas y barcos que encallan

Atardecer en la selva. Contamana - Perú.

De Contamana a Pucallpa: luces indómitas y barcos que encallan

Atardecer en la selva. Contamana - Perú.

De Contamana a Pucallpa: luces indómitas y barcos que encallan

Atardecer en la selva. Contamana - Perú.

De Contamana a Pucallpa: luces indómitas y barcos que encallan

Atardecer en la selva. Contamana - Perú.

Y el barco avanzó. Del momento de éxtasis pasamos a algo más terrenal: habían puesto parlantes en ambos pisos del navío así que estuvimos siempre rodeados por una bulla de cumbia atronadora; fondo sonoro que nos acompañaría durante todo el viaje y que solo nos daría tregua a las 9 de la noche cuando apagaban la música para poner alguna película de Chuck Norrys o algún otro hombre de paz. Entonces, los altavoces escupían un bullicio descarado de disparos, explosiones y gritos de guerra hasta la media noche en que los sonidos de la selva, y alguno que otro ronquido, dominaban la noche. Allí estábamos, de nuevo en las bordas de un barco peruano en plena selva amazónica que nos mostraba sus sugerentes y enigmáticas siluetas disueltas en la oscuridad.
El Pedro Martin II, haciendo honor a su nombre, varó 2 veces más por lo que nos costó casi 2 días llegar a Pucallpa. Como les diremos en una futura entrada que escribiré sobre consejos para viajar en un barco en la selva peruana, el tiempo es muy relativo en un barco que surca los ríos de esta zona del mundo: mañana puede ser cualquier día así que viajen sin apuro porque seguro siempre llegaran a donde quieran pero con mucho retraso. 

De Contamana a Pucallpa: luces indómitas y barcos que encallan

Viaje de Contamana hacia Pucallpa.

La gente inventa modos de sobrevivir al aburrimiento de un viaje inesperadamente largo así que cuando los temas de conversación se acaban se ponen a jugar a las cartas, a hacer crucigramas, a recoger cualquier periódico del suelo con la esperanza de que sea uno que no ha leído aún, a buscar piojos a los niños o a mirar la nada o hacer amistades que durarán lo que dura el viaje.

De Contamana a Pucallpa: luces indómitas y barcos que encallan

Viaje de Contamana hacia Pucallpa.


Una pareja que tendría como mínimo 6 hijos nos quiso vender una taricaya (pequeña tortuga) para llevarlo como mascota y hasta le habían hecho un huequito en el caparazón para atar al animalito por allí cuando lo saquemos a pasear, sí, como a un perrito. También nos quisieron vender un paiche (pescado de la selva), “asisote de grande” nos dijo el padre de familia estirando los brazos y dejando entre ellos un espacio donde fácilmente entraría una escopeta. Pilar se hizo amiga de Sabrina, una guapa chiquilla que viajaba de regreso a Pucallpa con su madre.
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Viaje de Contamana hacia Pucallpa.

Las reservas de alimento se acababan en el barco así que las raciones empezaron a empequeñecer pero para fortuna de todos, un hombre que transportaba su carrito de hacer palomitas de maíz se puso a preparar toneladas e hizo su “agosto” justo cuando empezaba ese mes. El padre de los 6 niños pudo encontrar en la cocinera del barco una buena compradora del paiche así que los riesgos de inanición se esfumaron. Pero si se fue el hambre vino la sed porque ese pescado es demasiado salado así que es mejor tener mucha agua a mano.
Tuvimos que dormir una noche más en el barco, cosa con la que no contábamos, y hacer uso de mucha paciencia y comprensión. Afortunadamente la gente habla, conversa, es amigable y así las horas alivian la pesadez de sus lentos pasos. Mirábamos la selva, tan profusa y ubérrima, parecía tan inmensa e invencible y sin embargo es tan frágil. Uno ve los árboles llegando hasta la orilla de los ríos, ve el manto tupido de verdor que parece que no se acaba nunca y cree que es fácil conseguir allí lo que se desea, que la naturaleza da todo sin esfuerzo y sin embargo es un lugar tan inhóspito, donde la vida es tan o más dura que en cualquier lugar. Pareciera que allí nunca ha pasado nada y sin embargo han pasado cosas, mil cosas, mil historias, entra ellas una de las más sangrientas y abominables: la de la época del caucho.   

De Contamana a Pucallpa: luces indómitas y barcos que encallan

Viaje de Contamana hacia Pucallpa.


De Contamana a Pucallpa: luces indómitas y barcos que encallan

De Contamana a Pucallpa: luces indómitas y barcos que encallan

De Contamana a Pucallpa: luces indómitas y barcos que encallan

Viaje de Contamana hacia Pucallpa.


Así pasaron las horas hasta que en el horizonte el puerto de Pucallpa empezaba a aparecer primero pequeñísimo, un punto tragado por la selva, y luego ya grande, como grande era el hambre y el cansancio por lo que nos fuimos una vez más a hospedarnos al Guest House, suponiendo que la aventura por fin había acabado. Ilusos de nosotros, nada nos hacía imaginar que la aventura… recién empezaría…
Pablo
Continuará...
DATOS UTILES
El pasaje de Contamana a Pucallpa en el Pedro Martín II es de 25 soles.
Dato del 2010.

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