Cuando tenía 16 años todo mi afán era tener el pelo largo, como las modelos que salían en la tele anunciando champús. Conseguí tenerlo algo largo pero no como las de los anuncios. Mi pelo no es liso y antes no había tratamientos para obtener un liso oriental. Tampoco es rizado, es más bien ondulado. Y nunca he sido amiga de secadores para alisármelo. Además, tengo mucho pelo, mucho volumen.
En el año 2000 necesitaba un cambio. Empecé a salir más con mis amigos, me quité muchas vergüenzas… y me corté el pelo. Me deshice de mi melena, que tanto años había tardado en crecer, y me lo dejé como aquella Lois de la serie de Supermán. Al poco tiempo me di cuenta de que aquello era un querer y no poder y me lo corté de nuevo, pero aquella vez, cortito del todo.
Conseguí darle un giro de 180º a mi vida. Fue la época en la que el Tripadre y yo nos hicimos novios. Y desde entonces, cada vez que sucede algo sacude mi vida, no sé cómo, acabo cortándome el pelo. Sin proponérmelo. Dicen que los cambios exteriores son un síntoma de un cambio interior. Totalmente de acuerdo.
El otro día volví a cortarme el pelo, harta ya de ir con él recogido día sí y día también. Al principio no le di mayor importancia. Pero luego, pensándolo, me di cuenta de que en mi vida ha habido muchos cambios. Para empezar, después del desconcierto que supone traer un bebé al mundo, ya por fin nos hemos asentado todos en la familia. Ahora somos cinco y se me hace raro pensar en cuando sólo éramos dos o cuatro.
Luego empecé a perder peso. Y me he deshecho de 10 kilos que me traían por el camino de la amargura. Otro logro conseguido que me ha venido muy bien, aunque aún quiera perder 5 kilos más (los que me quedaron tras el primer embarazo).
También está que he vuelto a conducir. Algo que el año pasado lo veía casi inalcanzable. Pues también lo he logrado. Y ya sabéis lo que me ha costado, pero ya puedo añadirlo a mi lista de cosas buenas que he conseguido este año.
Y, sobre todo, me he lanzado a escribir un blog. Un cuaderno virtual que me da muchas satisfacciones, gracias al cual he conocido a gente maravillosa y que me sirve de vía de escape muchas veces.
Ahora me siento más segura de mí misma y más arropada. Con todo esto, ¿cómo no iba a cortarme el pelo? Mi vida diaria ha sufrido cambios, todos a mejor. Es normal que, de nuevo, me aventurara con un cambio de imagen que, por cierto, me sienta genial.
CONTRAS:
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Con el pelo tan corto, siempre llevo el mismo peinado.
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Estoy a años luz de las modelos de melena al viento de los anuncios. Ya no quiero ser como ellas, ahora quiero ser como yo.
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Mantener el pelo corto implica ir más por la peluquería que si lo tuviera largo.
PROS:
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Puedo lavarme el pelo después de acostar a los Trastos, aunque sea tarde. Se seca rápido .
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No pierdo tiempo peinándome por la mañana. Antes con el pelo largo tampoco, pero se me notaba mogollón.
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El Peque, quien tiene afán por tirar del pelo a toda aquella se le acerque demasiado, no me da tirones a mí. Él prefiere pellizcarme el brazo cuando le llevo en la mochila.
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Es lo mejor para la playa o piscina. Nada de horquillas o coletas.
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Ahora en verano es de lo más fresquito. Y en invierno uso gorros como los niños .
Es probable que dentro de un tiempo me lo deje crecer de nuevo. Así voy variando de look. Lo que tengo claro es que volveré a cortármelo. Seguramente después de encontrarme tras un tiempo perdida. Quien me conoce sabe que algo bueno me ha pasado por dentro. Ahora sólo me falta renovar la ropa del armario .