La imagen de los españoles en buena parte del exterior sigue obedeciendo a la vieja leyenda negra según la cual sus antepasados fueron unos brutales imperialistas y ahora están sometidos a una dictadura.
Al contrario, los centros de investigación sobre las democracias afirman que la española es más perfecta que, por ejemplo, que la francesa, la italiana, la estadounidense o la mexicana.
Esta semana ha reaparecido en México y París esa leyenda, falsa por exagerada.
Empecemos por la de Hernán Cortés, vencedor de los aztecas entre 1519 y 1521: el presidente mexicano, con sangre española e india, ha pedido que en nombre de España Felipe VI le pida perdón al pueblo mexicano por esa conquista.
Andrés Manuel López Obrador es uno de esos mexicanos que quieren ajustar cuentas con su parte española –conquistadores y emigrantes-- en nombre de una parte de los indios de unas veinte generaciones atrás.
No quiere recordar que quien hundió el imperio azteca fueron otros indios nativos que necesitaban destruir a esos opresores imperialistas y antropófagos, aunque lucharon bajo la dirección de Cortés y de unos centenares de españoles e indios cubanos.
Multitud de pueblos se unieron porque para los aztecas sólo eran proteínas encerradas en granjas de engorde, eran ganado; cuando los amos tenían poca carne en sus explotaciones lanzaban las “guerras floridas” fuera de sus territorios para aprovisionarse.
Hoy la población mexicana, 126 millones de habitantes, es mayoritariamente indígena y mestiza, con ramas de descendientes de nativos y españoles, algunas ennoblecidas en España.
En cuanto al 8,48% de los senadores franceses, 41 de los 348, que apoyan a los golpistas catalanes, deberían analizarse sus cuentas corrientes y contrastarlas con los quizás 700 millones de euros gastados en los últimos años por la Generalidad en el proceso independentista.
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SALAS