Revista Arquitectura
Al hilo del debate en torno a las promociones de la EMV generado por los recientes artículos de Ramón López de Lucio (“¿Qué sucede con la arquitectura?”) y Jorge Hernández (“Aquí no hay quien viva”), Manuel de Prada, profesor titular del Departamento de Composición Arquitectónica de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid, nos ha remitido un interesante fragmento de su libro De cosas que se ven en la tierra y se llaman sostenibles, publicado recientemente por la Editorial Nobuko.
CONSIDERACIONES SOBRE LOS ÍDOLOS
por Manuel de Prada
Fragmento final del libro De cosas que se ven en la tierra y se llaman sostenibles. (Ed. Nobuko, 2010. Buenos Aires).
…Es cierto que los nuevos ídolos han perdido parte del poder de conmoción que tenían los antiguos, pues son ídolos alegres y optimistas dedicados a mantener la confianza en el crecimiento y el bienestar sostenidos. Pero también son ídolos cojos que expresan profundas carencias, señalando con ellas la necesidad de incorporar los aspectos del mundo que la conciencia hinchada y narcisista del hombre moderno tiende a ocultar, es decir, la necesidad de reconocernos en todo aquello que nos amenaza y de asumir las dudas, las responsabilidades y los conflictos éticos que se derivan de ello.
De momento, los nuevos ídolos dicen que podemos recrear el Paraíso en la tierra ignorando todo aquello que nos amenaza, ya provenga del interior o del exterior. Y así, mientras las iglesias se vacían, los museos se llenan. Mientras el dinero contribuye a realizar los valores del arte, el arte, vinculado mágicamente al dinero, se convierte en una amable religión.
Agotados los paraísos ofrecidos por las iglesias, derrumbados por la codicia los paraísos socialistas y próximos a desaparecer los paraísos fiscales, los nuevos objetos redondeados que se llaman sostenibles mantienen la ilusión.
Un “huevo inteligente”, por ejemplo, se pretende construir en la India. Denominado por sus autores Cibertecture Egg, trasladará al tercer mundo las ilusiones del primero. Sus diseñadores, pertenecientes al grupo James Law Cybertecture International, expresan sus intenciones en la memoria del proyecto. En el siglo XXI los edificios no serán como en el XX. No serán sólo de hormigón, acero y vidrio, sino también de los nuevos materiales intangibles de la tecnología, los multimedia, la inteligencia artificial y la interactividad para crear espacios para vivir y trabajar a la medida. Sólo reconociéndolo, llegaremos a una nueva forma de arquitectura para la luz, denominada Cyber-arquitectura.
Huevo inteligente, arquitectura icónica, diseño medioambiental, impactante e inspirador hito para la ciudad de Mumbai, son algunos de los calificativos que dedican al huevo sus autores.
James Law Cybertecture International. Edificio de oficinas en Mumbai. India. 2008La idea está inspirada, continúan, en el hecho de considerar el mundo como un ecosistema que permite que la vida se desarrolle. Los elementos de los sistemas del diseño y de la inteligencia artificial trabajarán juntos para dar a los habitantes del edificio el mejor espacio de trabajo posible. Esto incluye la supervisión de la salud de los habitantes. Dentro del edificio, habrá sistemas innovadores tales como “cybertecture health”, un servicio diseñado para no perder de vista la salud de los habitantes, incluyendo la presión arterial y el peso. Los datos recogidos por el sistema se pueden enviar al médico si se considera necesario.
La tecnología y el entorno de trabajo se unen en el uso de la “realidad del cybertecture”, la cual permite que usar vistas favoritas y disponer de escenarios en tiempo real de cualquier lugar del mundo en lugar de un único escenario. El huevo está orientado y sesgado en ángulo para crear una imagen visual fuerte y para reducir la radiación solar que recibe el edificio.
El edificio tendrá también un jardín en la parte alta (sky garden) para realizar la thermolysis (la disipación del calor por la superficie). Los paneles fotovoltaicos se instalarán encima del edificio y una turbina situada en los jardines del cielo generará electricidad. El edificio dispondrá de un sistema de reciclado y depuración de aguas residuales.
La forma del “huevo” tiene aproximadamente un 10-20% menos área superficial que un edificio convencional. Una estructura innovadora derivada de la cascara del huevo permite definir vanos sin columnas de hasta 30metros. La arquitectura es lisa y estilizada (sleek), diseñada por computadora para crear un efecto de alta calidad y sofisticación geométrica. Se espera que este edificio actúe como una “joya” para el distrito de los negocios del nuevo de Mumbai y que sea un vecino digno de otros importantes edificios del distrito.
Otro ejemplo es el primer aeropuerto de vuelos espaciales comerciales del mundo (New Mexico Spaceport Autority Building) proyectado por Foster & Partners.
Estamos absolutamente emocionados de ser parte del dinámico grupo seleccionado para diseñar el primer terminal espacial del mundo. Este edificio técnicamente complejo no solo proveerá de experiencias dramáticas para los astronautas y visitantes, sino que establecerá un modelo ecológico para los futuros puertos espaciales, explicó Lord Foster.
Foster & Partners. New Mexico Spaceport Autority Building. (2007) Portada de la revista Modern Mechanix and Inventions. (Julio, 1934).La forma semi-enterrada del edificio responde a la voluntad de aprovechar la masa térmica de la tierra y la posibilidad de optimizar los vientos de la zona de Nuevo Méjico para la ventilación interna del edificio. Pero la forma del objeto recuerda inventos volantes de estética sleek diseñados en los años 30, así como las naves extraterrestres de la película War of the Worlds, dirigida en 1953 por Byron Haskin y basada en la obra de H. G. Wells. (El edificio para McLaren Technology Centre, diseñado por Foster en el año 2000, también tiene un aire de objeto volante posado en el suelo).
Foster & Partners. New Mexico Spaceport Autority Building. 2007
Un dibujo explica la Estrategia de Diseño Medioambiental Sostenible que justifica el proyecto. Es la estrategia que sostiene la ilusión de conquistar el espacio y la ilusión que sostendrá en un futuro inmediato el entretenimiento y la mística de las personas más ricas del planeta. Primer paso para que los turistas espaciales puedan darse un emocionante paseo alrededor de la tierra y olvidar la enorme cantidad de dinero que les costó el viaje, quizás sumidos en místicas reflexiones sobre el sentido del Universo.
Para sostener en el mundo los viajes espaciales de los más ricos del planeta, y de paso evitar que la economía global colapse por falta de dinamismo, afectando a los más pobres, Foster construirá un espacio-puerto sostenible, así como la primera ciudad auto-sostenible del mundo, en medio del desierto de los Emiratos Árabes Unidos: utopía verde nacida de la mente del sultán Al Jaber, sostenida en medio de la nada por los petrodólares.
Los edificios con formas ameboides, los que tienen forma de obús, de platillos volantes, de cohetes espaciales que parecen dispuestos a despegar o proyectarse hacia el cielo, así como los proyectos redondos con pieles de alta técnica, ya estén posados o clavados de lado en el suelo, son espectaculares. Los arquitectos que los proyectan demuestran una enorme capacidad para imaginar formas aerodinámicas que nunca llegarán a moverse, pero que resultan inspiradoras para el público y para otros muchos arquitectos, que las imitan. Todas ellas generadas desde fuera hacia dentro, exactamente al contrario de lo que se suponía debía hacer la buena arquitectura hace unos años. Aceptamos sin reservas, al parecer, que la forma sigue a la forma. Aceptamos la indiferencia funcional del tipo pero no el método tipológico de diseño.
Es cierto que algunos de estos espectaculares edificios, como la Casa del Arte que los arquitectos Peter Cook y Colin Fournier confrontaron con las casitas de Graz y el pabellón viajero que Karl Lagerfeld encargó a Zaha Hadid, presentan cierta coherencia entre el interior y el aspecto exterior. Pero el contraste lo generan con su entorno.
Quizás los pulidos, brillantes y aerodinámicos objetos que se ven en la tierra sólo estén utilizando a sus artífices para explicar, sin necesidad de palabras, cómo es el mundo en que vivimos. Un mundo maravilloso y confiado en la técnica, pero en el cual la apariencia de las cosas suplanta fácilmente al contenido. ¿No pensamos, por ejemplo, que la vida de los actores o las modelos es muy interesante? ¿No concedemos atención a la apariencia y el lujo como signos de valor? ¿No confundimos en ocasiones al delincuente de guante blanco con un triunfador?
Quizás los objetos aerodinámicos sean signos que apuntan hacia un mundo de ilusiones necesarias para no caer en el abatimiento. Si el contenido se impusiera, los cuerpos más bellos serían un conjunto de vísceras. Cuidemos, parecen decir, la superficie de las cosas. Lo que hay debajo de la superficie no es muy agradable.
¡La piel del edificio!, exclaman con admiración algunos arquitectos y profesores. Quizás las burbujas económicas producen burbujas arquitectónicas. Pero protegidos en confortables y redondas burbujas, podemos mantener la ilusión. Los pulidos, brillantes, lisos y aerodinámicos edificios vienen a decir: habitemos en la burbuja. Su sofisticada piel quizás nos defienda de la miserable realidad.
“La realidad es miserable, evitad la realidad”, recomendaban a los alumnos unos prestigiosos arquitectos y profesores. Cabría preguntarles si no pensaban que existe una parte de la realidad que no es miserable, personas, por ejemplo, dedicadas a trabajar para mejorar las condiciones de otros, personas dedicadas a intentar que los aspectos miserables de la realidad lo sean menos. También cabría preguntarles si ellos eran parte de la realidad y, por tanto, miserables, o si sólo eran ficciones, profesores virtuales, y todo aquello no era más que un simulacro. Pero los alumnos estaban encantados.
“Huid de aquellos que os quieran imponer la realidad porque son unos castradores”, insistían los profesores. Podían haber dicho represores, pero el ambiente estaba caldeado. “¡Las disciplinas son castradoras!”, remataban.
En el mismo acto, poco después, unos alumnos explicaron públicamente su proyecto. Hemos pretendido olvidar todo lo aprendido. Quizás debieron decir, parte de lo aprendido, pues eran capaces de dibujar y explicarse muy bien. Un profesor, valorando positivamente el trabajo y el comentario, sentenció: lo mejor del trabajo es que es un juego sin reglas, es que es un trabajo divertido. Estaba afirmando, quizás sin saberlo, la posibilidad de la cuadratura del círculo, la posibilidad de un juego sin reglas que expresase la posibilidad de alcanzar la plena libertad creativa, liberado el creador de cualquier restricción. Estaba afirmando, aunque de manera inconsciente, que preferimos el simulacro a la intensa vivencia, sometida a restricciones y decepciones. Afirmaba la experiencia del videojuego y de la realidad virtual: la vida como diversión y satisfacción permanentes.
¡Hacemos sus sueños realidad!, claman a los cuatro vientos del ciberespacio las empresas que pretenden construir los edificios-signo del siglo XXI, en particular, los sueños de los sultanes del petróleo, de aquellos que pronto construirán en el desierto las primeras ciudades auto-sostenibles del planeta.
En este punto conviene aclarar la distinción fundamental entre el objeto estético y el publicitario. La publicidad, fundamentada en mensajes sencillos y comprensibles, no incide en las creencias del cliente, que en el caso del sultán remiten al islamismo, sino en sus deseos.
La publicidad ofrece al cliente una forma fantástica de pertenencia y la satisfacción de todos sus deseos. En el mundo imaginario del objeto anunciado se cumplen las expectativas que el mundo real no puede satisfacer. El anuncio publicitario, en tanto ejercicio de satisfacción de deseos, puede compararse con la actividad onírica de Freud: al satisfacer el deseo en la fantasía, crea el deseo real.
El anuncio se parece al objeto estético, pero difiere de él en algo esencial. Ha de cancelar la facultad crítica y detener el proceso de comparación entre lo real y lo ideal. La obra de arte confiere a su tema un valor intrínseco y subraya la distinción entre el valor y el precio de las cosas. Pero el anuncio publicitario y la fe en el mercado socavan esta distinción. Configuran un mundo fantástico donde el precio y los medios producen el valor.
La solución a todas estas contradicciones y dudas podría venir, aunque sin proponérselo, de Aaron Betsky, comisario de la Bienal de Venecia del año 2008.
En una entrevista concedida al diario El País (11-9-2008) explicó que una arquitectura que pretenda dar soluciones construyendo es falsa, está muerta. Los edificios son la tumba de la arquitectura.
El objeto que presentó Gehry a la Bienal, explicó Betsky, va más allá de la arquitectura. No digo que los arquitectos no sean necesarios, continuaba, necesitamos construir un mundo crítico, un mundo mejor, abierto a nuevas posibilidades que van más allá de los espacios de uso cotidiano, como casas, oficinas… Tal vez es necesario encontrar otros instrumentos que impulsen una arquitectura que no se limite a la construcción de objetos-edificios.
El problema es que el mundo mejor de los arquitectos que producen objetos motivados por las nuevas posibilidades que van más allá de los espacios de uso cotidiano, como casas, oficinas, etc., podría no ser el mundo mejor de aquellos que están obligados a usarlos.
Entristece ver, por ejemplo, cómo algunas familias sencillas, necesitadas de una vivienda confortable y modesta, rechazan algunas viviendas proyectadas por arquitectos de renombre internacional y que les ofrece la Empresa Municipal de la Vivienda de Madrid. Entristece pagar cuatro veces más por un capricho formal que por una solución adecuada e inteligente. Entristece ver algunas familias llorar, cuando deberían estar celebrando su suerte. Entristece la contestación del responsable técnico de la citada empresa cuando se le pregunta por los problemas que crean las formas arbitrarias proyectadas por algunos arquitectos de prestigio: es posible que algunas viviendas tengan problemas, pero dan mucho juego. Entristece, por último, que tenga razón, pues las viviendas rechazadas por las pobres gentes que son incapaces de comprender que se les está ofreciendo un mundo mejor (situado más allá de los espacios de uso cotidiano), son las más premiadas y las más reproducidas en los medios de comunicación y en las revistas especializadas.
La conclusión de Betsky es irrefutable: para romper con la relación entre arquitectura y poder político, los arquitectos deben, simplemente, rechazar nuevos proyectos. Pero habría que refundar la arquitectura como oficio y, por tanto, como arte. Habría que refundar el arte y la poesía como maneras de un hacer significativo y eficiente que no sólo abrigue a los poderosos e ilusione a los humildes, lo cual no es muy probable que ocurra a corto plazo, pues si el actual fetichismo de la imagen tiene más puntos en común con la antigua época de los ídolos que con la época del artista, como sugiere Debray, entonces hemos pasado del ídolo al ídolo a través de la escritura y el arte. En el último siglo, sin duda, desde la dialéctica del Idealismo a la dialéctica de la tele-visión pura. Espectacular recreación del Espíritu.
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