Revista Opinión
Así se presentó María Dolores de Cospedal, en la procesión toledana del Corpus, el domingo pasado. La nueva presidenta de Castilla La Mancha vestía de riguroso negro escarabajo en su primer acto oficial y para el acto fuese redondo, hizo caso omiso de las normas legales y permitió, qué digo yo, exigió que la banda (de música) del Ejército interpretara el himno de España. El Reglamento de Honores Militares prohíbe que se toque esa melodía en actos religiosos, pero es que el momento, para la María Dolores, ahora que es presidenta, lo exigía. Y como premio a su acto de presencia y unión con la Iglesia, le llovieron vítores y aplausos. Alguien, según dice Qaesar en “El Ventano”, comentó que la indignación también ha llegado a la soldadesca y que, a partir de ahora, van a tocar el himno donde les apetezca, digan lo que digan los reglamentos. En realidad, ya se viene haciendo desde años ha.
Así de elegante y de feliz estaba la Cospedal, presidiendo la procesión del Corpus de Toledo. La gente, por lo que se vio en televisión, la debía saludar con entusiasmo y ella respondía discretamente y con gran contento. Aunque su presencia despertaba alguna duda. Porque la señora de Cospedal, que, además de presidenta Castilla La Mancha, está divorciada de su primer marido y se volvió a casar con otra persona, en tal situación, ¿puede y debe ir a misa los domingos y fiestas de guardar y puede acudir a la procesión del Corpus tanto a título privado como en su condición de autoridad? Dicen que una persona en su situación no podría acercarse a recibir la comunión porque no reúne las condiciones para ello. En cambio, ella no sólo comulgó sino creó un gravísimo problema en la archidiócesis. Porque, a partir de este domingo, todo divorciado que se vuelve a casar, si se acerca a comulgar y el sacerdote le niega la comunión siempre podrá contestarle que hace como la Cospedal, la nueva presidenta.
“Ataviada con teja y mantilla, como salida de una tonadilla de Concha Piquer, la Cospedal –según escribe Amadeu Fabregat en La Nueva España– se ha convertido en el icono de la España que empieza a amanecer. Me ha gustado mucho ese revival del nacional catolicismo que me devuelve a mi niñez de clavariesas de Santa Teresa y procesiones cortando el tráfico. Lastima que se haya pasado el primer trimestre del año, que si no me hubiera organizado los siete domingos de San José, para ponerme a tono con la que se avecina. La mantilla de María Dolores ha sido estos días más analizada y debatida que la Sábana Santa de Turín, una orgía semiótica. Como si, al clavarse la teja en el moño y calzarse esos voluptuosos tacones de aguja que hubieran vuelto loquito a Buñuel, la Cospedal, más sensual que nunca, de luto riguroso por la España agonizante de Zapatero, se hubiera transfigurado”.
A lo mejor, todo este montaje no es más que una trampa para la derecha que no tiene ninguna fórmula novedosa en contra de la crisis y ha decidido sacar las mantillas y los crucifijos, igual que en algunos pueblos sacan a las vírgenes para invocar la lluvia, a ver si cuela. “La teja de la Cospedal es como el preámbulo del programa del PP, que parece decidido a encomendar a Dios las soluciones que los hombres no han sabido arbitrar. Bien mirado, tiene su lógica: sólo un milagro puede salvar a España, y con un Gobierno de ateos no parece probable que tal evento vaya a producirse. Dios va a lo suyo, como los banqueros, y no labora para el enemigo”.
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