Con la entrada de hoy, me sumo a la campaña de La orquídea dichosa para no cruzar los semáforos en rojo, al menos cuando haya niños delante, propios o ajenos. Para poner mi granito de arena, voy a contaros lo que me pasó el otro día cuando volvía del colegio con mis Trastos.
Yo siempre que voy con mi hijos cruzo por los pasos de peatones y, si hay semáforos, espero a que el monigote se ponga en verde para cruzar. Cuando voy sola, también suelo hacerlo, aunque algunas veces reconozco que no lo hago si voy con prisas (y esas veces es cuando me siento súper intrépida, jajaja). Como ahora tengo hijos, si tengo la tentación de cruzar y veo que hay niños esperando también, me paro y no cruzo. Me sale solo. Sé lo importante que es predicar con el ejemplo, tanto para mis hijos como para cualquier niño, pues entiendo que sus respectivos padres estarán, como yo, educándoles en ese aspecto.
El caso es que hace unos días, volvía con mis hijos y, al llegar a un semáforo, el monigote estaba en rojo. No venía ningún coche. Era consciente de que podríamos haber cruzado sin problema. Pero como iba con mis hijos (uno de ellos en un carrito), decidí no cruzar y respetar el semáforo. En ésas estábamos cuando apareció un hombre, miró a ambos lados, dedujo que era seguro cruzar y cruzó.
La cara de mis hijos era un poema: ojos abiertos al máximo, veían al muñeco en rojo y al hombre cruzando. En seguida empezaron a gritarle: “¡que está en rojo! ¡No se puede cruzar! ¡Eso está mal! ¡Fatal!”. Yo podría haberme muerto de vergüenza por la reacción de mis hijos… quizás hace unos años, pero hoy por hoy no. Era ese hombre quien debería avergonzarse. Sin embargo, no lo hizo. Aún iba cruzando la carretera cuando se volvió a mirar a mis hijos, sonrió y dijo que él podía hacerlo porque era mayor. ¿En serio? ¿Puede saltarse las normas por ser adulto? O_O
Ésa no es la lección que yo quiero enseñarles a mis hijos. Cuando el hombre ya se había ido, mis hijos se volvieron hacia mí.
- Lo ha hecho mal, ¿verdad, mamá?
- Sí, lo ha hecho muy mal.
- Pero dice que puede porque es mayor.
- Sí, es mayor, pero aun así lo ha hecho mal. Tenía que haber esperado a que el muñeco se pusiera verde, como nosotros. Si hubiera venido un coche, le hubiera pillado, por muy mayor que sea. Si vamos andando, hay que esperar a que el muñeco se ponga verde. Siempre.
- Entonces, ¿nosotros lo estamos haciendo bien?
- Sí, nosotros sí lo hemos hecho bien. Él no.
No pude si no sentirme orgullosa de mis hijos.
CONTRAS:
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Es un rollo esperar en un semáforo en rojo cuando ves que no vienen coches. Más aún si tenemos prisa.
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Como aún voy con carrito y como con el Mayor tuve dos malas experiencias en las que por poco no se llevan a mi hijo por delante (los hay muy listos al volante), aunque esté en verde, siempre espero a ver parado el coche del todo. Esto lo hago tanto en semáforos como en pasos de cebra. Si esperar a que el semáforo cambie es un rollo, esperar más tiempo a que el coche se detenga es más rollo.
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Es difícil educar a los niños, en cualquier aspecto (civismo, buenos modales, respeto, tolerancia…).
PROS:
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Ahora mis hijos van conmigo y si yo digo que hay que esperar, esperamos. Pero quiero pensar que estoy (estamos) asentando las bases para que lo hagan bien cuando llegue el momento de que vayan solos por la calle.
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¿Conocéis el dicho que reza “fíjate en lo que digo y no en lo que hago”? Pues con niños no vale. Hay que predicar con el ejemplo. Siempre. El hecho de ser adultos no vale como excusa.
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Educar es difícil, sí, pero también es reconfortante cuando ves que tu esfuerzo ha dado sus frutos y tus hijos saben cuándo algo está bien y cuándo está mal.
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La reacción de mis hijos le hizo gracia a aquel hombre. Pero tenían toda la razón del mundo. Si reaccionaron así, eso significa dos cosas. Una, que saben cuándo hay que cruzar y dos, por tanto, no lo estoy (estamos) haciendo tan mal .
Así que, por favor, recordad que en rojo no se debe cruzar, sobre todo si hay niños delante, da igual que sean los tuyos propios o sean niños ajenos. En rojo no, por favor, así evitaremos sustos innecesarios, heridas (da igual si son leves o graves) y, en los casos más extremos, muertes.