"Hoy es el día" me decía al levantarme de la cama. "Hoy es el día" me repetía de nuevo mientras me arreglaba para ir al teatro. "Hoy es el gran día"me volví a decir en mi cabeza a la vez que entraba por la puerta de aquel enorme espacio para crear arte. Arte en forma de representación, de obra...Tenía miedo a convertirme verdaderamente en un vampiro (de eso trataba la obra) pero no de los de Crepúsculo, sino de los malos. De esos que no tienen ni sentimiento, ni temor hacia nada. "Al fin y al cabo, no debe de estar tan mal ser uno de ellos durante un rato", pensé.Cuando quedaban 10 minutos para empezar, decidí hacer algo que no se debe consentir en ningún momento. Algo que es un delito en cuanto al mundo del teatro se refiere: Mirar por el telón, al público.Y ahí estaba él, sentado con su chica el día del estreno de mi obra. Ajeno a que yo era la protagonista. Y aquí estaba yo, detrás del telón histérica, con ganas de matarla a ella de la forma más dolorosa posible y por supuesto a él también... pero a besos.Se abrió el telón y salí, como una diosa. Una diosa huérfana y seca de sentimientos. Mostrándose desvalida ante su peor adversario. Ese que me miraba desde la zona del público a la vez que tenía la mano sobre el muslo de esa maldita rubia. Y me reconoció y sonrió. Sonrió con toda esa nostalgia que podía existir dentro de él. Y así estuvo toda la obra. Los noventa minutos de ella permaneció sonriendo como él bien sabía hacer para que me rindiera a sus pies.Y llegó aquel momento en el que me tocaba sacar a alguien del público y simular que me bebía su sangre en un grandioso truco de magia. ¿Que a quién saqué? A él. Y le arañé el alma, el cuello y mis ganas de quererle.Cuando la obra terminó no se me ocurrió otra idea que, después de quitarme todo el maquillaje y vestuario al más puro estilo vampiresa del infierno, saludar al público. Uno por uno. Sobre todo a los más cercanos. Confieso que no le quitaba la vista de encima, ni a él ni a la rubia que le acompañaba. Pero en cuanto me despisté, alguien me dio dos toques en el hombro. Me di la vuelta, ahí estaba.- Me ha gustado mucho lo de la sangre -dijo.- Se llama magia, lo que tú y yo no supimos hacer. -respondí.Me giré, me fui y no supe más de él...
Espero que os haya gustado. No acostumbro a escribir relatos tan largos pero este lo merecía. ¡Contadme cosas bonitas en los comentarios! Ya sabéis donde encontrarme: Facebook || Twitter || Instagram.Nos vemos el próximo domingo! Mil besos!♥