De cuantas cosas nacen, grandes o pequeñas,
bajo el abrazo insomne del sol omnipresente
y desarrollan en la oscuridad de los injertos y los cruces
su condición cotidiana de criaturas prescindibles.
De cuanto de animal o de humano
surge y retorna al barro y en el tiempo,
llegando a ser vagamente, se desmorona y se detiene
como asaltante emboscado, inmóvil y amenazante,
en los casi innumerables límites de la nieve.
De cuantas cosas no he podido leer en libro alguno
y no he llegado a conocer siguiendo el curso de las horas,
de todo cuanto fue naufragio y ansia no repleta,
sólo tú, inexplicable y amargamente vuelves,
como una primavera extraviada
a un jardín invadido por los líquenes.