Revista Filosofía

De curas abusadores y obispos encubridores

Por Zegmed

Este post lo pensé en paralelo a “¿Padres gay, hijos ok?”. De hecho, es, en buena cuenta, una continuación del mismo. No en sentido temático, pero si en tanto permanece mi preocupación por las cosas que “concentran” la atención de las personas religiosas y, particularmente, de la Iglesia Católica. En la entrada que menciono, si mal no recuerdo, no hice ninguna referencia a esta institución, pero la tuve siempre presente. Ha sido la IC –y sigue siéndolo– una de las principales espadas de la homofobia y de la intolerancia. Las evidencias se muestran con fuerza para cualquiera. Vean nomás los comentarios “moderados” de un “moderado” como el obispo Bambarén ante la propuesta de Bayly sobre el tema del matrimonio gay. Bueno, lo que sigue es una nota no muy extensa sobre el asombro que debería tener la persona de fe cuando ve a sus pastores “tan preocupados” por censurar las relaciones entre personas del mismo sexo y tan encubridores cuando un cura enfermo y miserable abusa de un niño de su mismo sexo.

Como todos sabemos, este tema tiene años, aunque ha vuelto hace pocas semanas con fuerza –el anterior foco fue EEUU– en Europa. A saber, obispos de determinadas diócesis “muy preocupados” por la imagen de la santa Iglesia de Dios, razón por la cual, en un acto igualmente “santo” preferían guardar silencio culposo antes de castigar canónica y legalmente a los abusadores sexuales. Esta historia es vieja en la Iglesia. Quien la conoce más o menos de cerca, como es mi caso, sabe que la práctica del encubrimiento es muy común. La idea de proteger el prestigio moral de la Iglesia es tan fuerte y perversa que ha hecho, casi siempre, que los jerarcas de las órdenes religiosas, los obispos y, a veces, los papas, guarden un silencio cómplice ante el abuso. Creo que no hace falta mucho desarrollo para que se haga obvio el carácter perverso de esta lógica. La Iglesia, lamentablemente, tiene razonamientos perversos en varias materias. Una de las principales es la sexual, pero este caso es peor: no se trata de sólo sexo, se trata de abuso sexual.

El asunto es serio, y en las últimas semanas la IC está en serios apuros. La canciller alemana, Ángela Merkel, ha sido dura con sus críticas la Vaticano por su pasividad. Esto es relevante por considerarse a Merkel una de las mujeres más poderosas del mundo, por ser la jefa del gobierno Alemán –uno de los principales lugares afectados por la pedofilia eclesial– y por ser conservadora (ni los aliados usuales de la IC están dispuestos a defenderla en estos temas). No sólo eso, sino que el asunto llega hasta el mismo Papa Ratzinger, ya que su hermano es uno de los denunciados. Hasta donde sé, no por abuso directo, pero sí por encubrimiento mientras fuese director del Coro de Niño de Ratisbona.

Como bien dice Luis Jaime Cisneros H., “llama poderosamente la atención que en este escabroso tema, que tiene incluso implicaciones penales, la IC no exhiba pública y reiteradamente una conducta militante contra la pedofilia, como sí lo hace a rabiar contra la homosexualidad, como si esta opción sexual fuera una aberración enviada por Satanás como un castigo a la humanidad” (cf.Somos, año XXIII, número 1215, p. 129). Yo agrego, como si esta fuera una aberración y el abuso sexual una cuestión menor que, a lo mucho, merece reprimenda del superior (“¿corrección fraterna?”). El tema es fuerte y está golpeando los cimientos de una IC que hace tiempo se tambalea por no ser capaz de responder a ciertos temas con la propiedad que corresponde: sexualidad, salud reproductiva, entre otros.

Ahora bien, este tema casi lleva como consecuencia directa la discusión sobre el celibato. El argumento es malo, pero es más o menos como sigue: “los curas están obligados a ser célibes, no se pueden casar, no se pueden reproducir, no pueden experimentar su sexualidad; además viven sólo entre hombres…luego, su condición de curas los conduce hacia la homosexualidad, hacia prácticas homosexuales o hacia el abuso sexual de menores”. Obviamente mi argumento es una caricatura (¿obviamente?), pero reúne, grosso modo, la preocupación constante. Digo que la idea es mala porque asocia el abuso al celibato y no hay, de ningún modo, relación directa. Al menos, el razonamiento no encuentra secuencia lógica entre esas proposiciones. De todos modos es un tema que requeriría estudio, yo no conozco ninguno…lo cual no implica que no existan, claro. Sea como fuere, el problema central no es el celibato. En lo que a mí respecta debería ser opcional, pero, insisto, no me parece gran cosa. No hay que confundir los rubros.

El Papa Benedicto se ha pronunciado al respecto, felizmente. Tarde, como buen hombre de Iglesia, pero se ha pronunciado. Ya casi parece Alan García: tienen que caerle las críticas como avalancha para decir algo. De otro modo, se hace el loco y deja pasar las cosas. El Papa ha sido enfático, pero se ha tardado demasiado…aunque claro, no es su culpa toda, es una tardanza histórica. La IC pierde credibilidad, creo yo, cada vez que se mueve como un elefante. Me recuerda a los Ents, estos personajes arbóreo-antropomórficos de El Señor de los Anillos que demoraban eternamente cualquier tipo de decisión. Felizmente, los Ents llegaron a responder a tiempo como para ayudar a salvar a la Tierra Media. ¿Los obispos y el Papa lo harán para ayudar a salvar a la Iglesia?

Yo tengo un amor profundo por la IC. Me he formado como parte activa de ella y hoy sigo siendo un fiel asistente a la eucaristía dominical, he sido parte de sus bases y he colaborado en más de un proyecto formativo de la misma, he participado en congresos, escribo y medito constantemente sobre sus temas. No se crea entonces, que es un anticlerical desinformado quien escribe. Todo lo contrario: es un tema que me concierne de modo directo, pero que a la vez se manifiesta como una genuina preocupación intelectual y social.

A veces sorprende cómo se encubre el crimen y, sin embargo, sí se denuncia al cura comprometido con la pastoral social y con el desarrollo y liberación de los pobres. Yo conozco a muchos curas y de muy diferente talante. Algunos son hombres de Dios, tan fieles a Él como sólo Dios puede saberlo, pero que a mis ojos son hijos entregados al Padre; conozco muchos otros que, sin ser una banda de rufianes, son víctimas de esa lógica perversa del encubrimiento y la dobla moral. Lo que toca pedir al creyente, al creyente verdaderamente comprometido con el mensaje evangélico, es un esfuerzo de coherencia y de honestidad. El pecado siempre nos ronda y el Señor entrega su perdón gratuitamente, precisamente al pecador (basta pensar en las lectura evangélica de los últimos domingos); no obstante, esta no es razón para cubrir con el velo de la ignorancia el crimen y el abuso. Al César lo de César y a Dios lo que es de Dios. Los abusadores sexuales a la cárcel, será cosa de Dios a quién extienda su misericordia.

Ya es tiempo de que la jerarquía se comprometa con más fuerza con la vivencia concreta del pueblo de Dios, con su dolor, con su alegría. Ya es tiempo que desde la radio y desde el ambón se dejen de dar mensajes vacuos y carentes de conexión con la realidad. Es tiempo de volver más profundamente sobre la Escritura y sobre la buena noticia que supone el compromiso genuino del Señor Jesús con el niño, la viuda, el enfermo, con los pobres de Jesucristo.


Volver a la Portada de Logo Paperblog