Hemos llegado al momento ese en que la campaña electoral arrecia porque ya se acerca la recta final, es lo que tiene esto de las elecciones (venga, un empujoncito mas y acabamos). Crece la intensidad de los actos electorales, brotan como setas después de la lluvia sondeos para todos los gustos y llegan los debates televisivos esos “estelares” en los que “se va a decidir todo” según las teles. Estos días podemos sentarnos en el sofá con un cubo de palomitas tamaño XXL (como los que valen un sueldo completo en las salas de cine) para ver como todos arreglan el escaparate igual que los grandes almacenes antes de navidad para ver si así consiguen arrancarnos el voto, aunque sea con tenazas.
Al final será lo de siempre, según las preferencias de cada uno ganará un candidato u otro. Seguro que ese que tú dices que ha arrasado, para el barbero de la esquina (más peligroso que el de Sevilla) es un impresentable y dice, en estado semiepiléptico mientras te afeita, que prefiere votar a Bob Esponja antes que a semejante energúmeno. Ahí está la gracia, no sabremos la verdad hasta que no acabe el recuento, las encuestas no funcionan.
No es que no tengamos ni idea sobre a quién votar, que también, sino que parece que mentimos como bellacos cuando nos preguntan. Al fin y al cabo ¿quién es ese de la libreta que me pregunta a quién voy a votar? Por estos andurriales somos así, muy nuestros. En los partidos lo saben y por eso no se rinden a la hora de pedir que les votemos.
Este año tenemos novedades, muy a pesar de los que se aferran a “los formatos tradicionales”. Parece ser que el típico diálogo para besugos entre dos candidatos y que a los demás los parta un rayo se ha sustituido por un coro de personajes intentando vender su mercancía como en un mercadillo persa. Con la peculiaridad de que uno de los mercaderes ha optado por subcontratar la tarea de comercial del voto.
Una vez más el presidente se esconde. Es a lo que nos tiene acostumbrados. Pero confieso que esta vez me ha sorprendido, ha ido un paso más allá. Evita dar la cara, no se si por miedo a que descubramos su incapacidad retorica que le lleva a las afirmaciones como esa de “España está llena de españoles mucho españoles”, si porque le ha dado “un algo” que le ha dejado mudo, si en realidad estamos presididos por un holograma de un ser inexistente o si lo hace porque nos desprecia y cree que no estamos a la altura de escuchar las ideas que emanan de su excelsa y registradora mente. No se ya que pensar, de verdad.
Veremos que nos cuenta esta vez porque es evidente que la excusa esa de “no puedo acudir porque estoy muy ocupado en gobernar” no cuela después de acudir este lunes a una entrevista amable y pactada y anunciar otra de mejillones y futbolines mientras rehusa el debate del diario “El País” o de haber aparecido con su hijo en una radio “de la cuerda” para pasarse media tarde-noche comentando el fútbol y repartiendo collejas al niño en un intento forzado de aparentar ser un padre “normal” (según su esquema familiar del pleistoceno, mi padre jamás me puso la mano encima y creo que aprendí a comportarme de forma medianamente decente).
Admito que en otras circunstancias igual lo de la colleja no era para tanto (aunque discrepo de la efectividad del método zarpazo didáctico) pero ante miles de radioyentes la cosa se magnifica. Seguro que el pobre chaval saldrá a la calle con una bolsa de papel en la cabeza para no ser reconocido.
Lo que parece claro es que las onerosas legiones de asesores del presi no han acertado esta vez (para variar). Necesitamos que todos los candidatos enseñen sus propuestas y las defiendan en un debate medianamente límpio. Necesitamos oírlos para comparar antes de decidir a quién vamos a otorgar nuestra confianza para los próximos cuatro años, que visto como está el asunto van a ser decisivos. Pero claro, tenemos a uno de ellos que, si no opta por la silla vacía, subcontrata la tarea para no”juntarse” con nosotros y no relacionarse con mortales porque igual se cree “Caesar Augusto”. Nos ningunea. ¿De verdad eso puede inspirarnos confianza?¿De verdad Soraya va a poder ceñirse al guión que le manda su jefe cuando le tiren de la lengua, sin añadir su propia cosecha para (puede que sin querer) moverle la silla? Próximamente en sus pantallas.