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De dietas y gazpachos

Publicado el 28 octubre 2013 por Olgasierra @mimododever

Manoli sale deprisa del restaurante; aún tiene puesto el mandilón y lleva un tarro de cristal en las manos. Mariano la espera fumando un cigarrillo, apoyado en una farola. Manoli es cocinera. Mariano está parado. Dos hombres que caminan detrás de ella se intercambian codazos y comienzan a reír a carcajadas. Mariano les ha oído bromear sobre el “monumental culo de la gorda”. Duda entre darles alcance y partirles la boca, o cruzarse de acera y fingir que no ha escuchado nada y que ni siquiera la conoce. Opta por lo segundo. Manoli le ha visto cruzar y va a su encuentro con una sonrisa que se le sale de la cara. Se dispone a besarle, pero el hombre le vuelve la cara. En su cabeza martillean las burlas de esos tipos desconocidos.
–Mariano, te he traído un poquito del gazpacho que tanto te gusta… –comenta ella, obteniendo como agradecimiento tan sólo un gesto de desprecio.
Esa noche, durante la cena, Mariano increpa a la mujer reprochándole que ha cogido mucho peso en los últimos tiempos; que dista mucho de ser una mujer seductora; que anda descuidada y que está dejando de interesarle sexualmente. Le propone que si quiere que las cosas mejoren deberá ponerse a dieta y hacer deporte. Manoli asiente con la cabeza gacha. Piensa que es probable que él tenga razón y que el picoteo entre horas ha aumentado notablemente el tamaño de sus nalgas. Promete cuidarse y volver a resultarle apetecible. Mariano lleva mucho tiempo parado y, quizás, eso unido al exceso de kilos de ella, le hayan agriado el carácter.
De dietas y gazpachos
El día siguiente Mariano le tiene preparada la dieta del pomelo que garantiza pérdidas de hasta cinco kilos en una semana. Tras el pomelo viene la del aguacate y después la de la alcachofa. Manoli ha perdido tanto peso que ha necesitado, hasta en dos ocasiones, un nuevo uniforme para el restaurante. 
Mariano está orgulloso de los progresos de Manoli. En unos meses ha dado un cambio espectacular y parece más joven, incluso más que él. Hoy, cuando volvía a casa de sellar la cartilla del paro, se ha encontrado con una nota encima de la cómoda de la habitación. Es de Manoli. Se sienta en la cama y lee. Lee que se va, que le deja, que está harta de su malhumor, que ha encontrado a alguien especial que la quiere y que la valora y siente que ella también se ha enamorado. Le dice que busque un trabajo, que se trate la caída del cabello y que deje de beber porque ha echado una barriga cervecera que es de todo menos seductora. Y, por último, le indica que en la nevera tiene tomates, pepino, cebolla, cominos y algunas cosas más; que lo meta en la batidora y que aprenda, de una vez, a hacerse ese gazpacho que tanto le gusta.
De dietas y gazpachos

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