Apuesto a que más de uno de los que habéis empezado a leer este artículo aseguráis no ser supersticiosos; pero de la misma manera apuesto a que habéis dicho más de una vez ¡toquemos madera! para ahuyentar malos presagios o en un intento de evitar que os ocurran cosas malas (solo por si acaso, ¿eh?). Ya incluso venden pulseritas que llevan adosadas un pequeño trozo de madera para que no tengas que ir buscándola por todas partes para tocarla. Pues como ya podéis estar augurando, esta expresión española no es más que una vieja superstición que nos ha sido transmitida casi sin cuestionarla.
Pues bien, hoy día se sostienen dos teorías diferentes sobre el origen de dicha expresión. La primera, que quizás ya muchos conozcáis, defiende un motivo cristiano: los historiadores creen en su mayoría que dicho origen puede estar relacionado con la cruz en la que Jesucristo fue crucificado. Por supuesto, pasar la mano por la cruz de nuestro salvador no podría ofrecernos menos que protección antes los males. Suena un poco a magia, ¿Verdad? Pues sigan leyendo, sigan…
En torno a 2.000 años antes del nacimiento de Cristo (se dice que fueron primeros los indios norteamericanos y más tarde los griegos) ya se atribuían poderes mágicos a la madera, en concreto al roble. Así, la mitología pagana nos ofrece otra posible explicación a nuestra querida expresión. Antiguamente, el roble era elemento sagrado para la población, que rendía culto, ofrendas y rituales en torno a él. Esto se debía a que este árbol era muy frecuentemente alcanzado por los rayos, de manera que se pensaba que el roble debía ser la morada de algún Dios. Así, se comenzó a creer que en las vetas de la madera residía el dios del fuego y de la vitalidad, Atar, a quién pedían protección, seguridad y la invocación del éxito.
A pesar de existir dos posibles teorías, esto no implica que ambas sean incompatibles. De hecho, parece ser, que sin el respaldo de la tradición pagana la creencia cristiana no hubiese persistido hasta nuestros días. Lo que ahora sobrevive de esta superstición, nuestro ¡toquemos madera!, no es más que una mezcla de ambas realidades.
Miriam Fopiani