Cerrando bares en Chueca
Si el viernes salimos por Malasaña, el sábado tocaba salir por Chueca. Habíamos quedado a las 22 horas con K. para cenar en algún restaurante baratito y mono de la zona, pero como somos unas zánganas, se nos hizo tarde arreglándonos y poniéndonos moninas, y nos dieron las tantas. Así que, para cuando nos encontramos con K., todos los restaurantes ya estaban cerrando la cocina, así que terminamos cenando en un restaurante chino. Como salimos de cenar muy tarde (pasada la una de la madrugada, sí, fatal), fuimos ya directamente a un bar de copas.
El local escogido fue El 51 de Hortaleza, una coctelería donde me tomé un mojito (obviouslymente) delicioso. El local estaba decorado con mucho gusto, la música estaba genial, y el ambiente era como muy divertido y desenfadado. Estuvimos allí canturreando y bailando hasta que cerraron, que fue mucho antes de lo que nos hubiera gustado, pero, claro, llegando tan tarde como llegamos, no podíamos pedir más.
Saliendo de allí, estuvimos preguntando locales a los que poder ir, y nos recomendaron ir a DLRO Live. Así que allí nos fuimos; tocó hacer cola en la entrada, pero por suerte se entraba bastante rápido. Una vez dentro, descubrimos que la discoteca tiene dos salas; nos quedamos en la de arriba ya que, por lo visto, la de abajo estaba a rebosar. En cambio arriba se estaba bien, había sitio más que suficiente para moverse, y un sofá para sentarse.
Lo pasamos genial. La noche tuvo momentos delirantes, muy pero que muy delirantes; pero sobre todo muy divertidos. De lo más curioso que pasó fue que mi sista G., que vive aquí en Vilanova, se encontró a una prima de su cari en la discoteca. Son de esas cosas que cuesta creer.
También me preguntaron si soy lesbiana; pregunta lógica y normal, dado el lugar en el que estaban. Respondí que no, pero, yendo cuatro como íbamos, pensé ”al próximo que me lo pregunte le digo que sí lo soy, y que hemos venido dos parejas a conocer el sitio“. No tuve la oportunidad. Lástima.
Y fíjate tú, que entre risas y copas, nos dieron las cinco de la mañana. Y eso que habíamos dicho que nos íbamos a recoger pronto, porque al día siguiente había que preparar la vuelta a casa. Sí, sí. Gambiteras, más que gambiteras.
La noche en sí fue un estimulante chute de ego. Hacía tiempo que no me decían tanto lo guapa que soy. Que me lo dijeron todo chicos gays. Sí, ¿y qué? Como me dijo uno, “la belleza es la belleza, y yo la sé reconocer. Y tú eres una bella diosa de ébano”. Casi me lo como a besos, oye. Resultó ser un chico agradabilísimo, con el que estuve hablando bastante rato. ¡Más amoroso!
La vuelta al parking se nos hizo larga no, lo que sigue. Con los pies destrozados y derrengás perdidas, imagínate. Mi sista ya pegó la cabezada en el coche. Yo aguanté hasta que llegamos a casa. Nos metíamos en la cama a las siete de la mañana, que, después de habernos acostado a las nueve de la mañana el día anterior, digo yo que no está nada mal, ¿verdad?
Resumiendo, ha sido un fin de semana de lujo. Lo he pasado genial; me ha encantado ver a casi toda la gente que tenía en mente ver (me fallaron algunas super stars. Un pena); me sentí súper bien acogida, y ya he cargado pilas para una temporada larga, amén de las sesiones de risoterapia que la sista G., y yo hemos hecho en casa de nuestra pedazo de anfitriona. Un lujo, sí señor.
Ya estoy deseando repetir.