Tras unos días en Flores, Guatemala, de descanso y como campo base en la visita a Tikal, llegaba el momento de volver a México para continuar el viaje. Las opciones que tenía no eran muchas, en concreto se reducían a dos:
- Entrar a México vía Belize para llegar a Chetumal, donde ya había estado y la ciudad desde donde tomé el bus hacia San Cristobal de las Casas. Descarté rápidamente esta opción porque no me apetecía nada pasar por Belize (tienes que pagar en la frontera aunque no pares) y menos aún retroceder sobre mis pasos.
- Entrar a México por la frontera Corozal, cruzando de Flores hasta Bethel en furgoneta, cruzando un río y con otro transporte que me llevaba a Palenque.
La segunda opción era la más lógica para seguir mi recorrido por México y visitar las ruinas de Palenque, una parada obligada en todo itinerario por el país. Me decidí por ésta.
Una tarde cualquiera en Flores, Guatemala.
Con la decisión tomada, negocié el precio con la agencia que me transportó a Tikal y conseguí una “ligera” rebaja del precio inicial, 275 $, lo dejamos en 225 pesos. El precio incluía el transporte puerta a puerta desde Flores a Palenque, pero en ningún caso se me habló de tener que usar hasta 4 transportes diferentes… y que en Palenque la puerta sería una estación de combis a las afueras del centro.
Es posible hacerlo por cuenta propia con mil cambios de transporte, pero por la escasa diferencia de precio, apenas unos €, creo que no merece la pena y además veo difícil que salga todo bien a la primera, más yendo en solitario.
Las referencias que tenía sobre el transporte usando esta frontera no eran demasiado buenas, desde una carretera infernal a problemas con la empresa de transporte (San Juan Travel), retrasos, cancelaciones y hasta malas palabras. Sin embargo, hay que vivir las experiencias para poder contarlas y esto es lo que voy a hacer hoy.
Comienza el largo viaje para salir de Guatemala.
La aventura comenzó bien temprano, a las 5:00 am. pasaron puntualmente a recogerme (luego dicen que viajar no es un trabajo). Empezábamos bien, en la furgoneta el equipo era el siguiente: 3 mexicanas de unos 40 años, un japonés (aunque todos, desde el conductor hasta los policias de frontera, le llamaban “chino”), el conductor guatemalteco, un acompañante que no determiné su función (lo determine como “adjunto“) y un servidor. Podría pasar como un chiste el equipo, pero no, era real.
Al ser temprano, las primeras dos horas intentamos todos dormir y aprovechar la ausencia de luz, pero sobre las 7:00 junto con los primeros rayos de Sol empezaron a “pasar cosas”, la carretera comenzó a ser tal y como había leído.
No voy a exagerar (podría hacerlo), pero es el peor recorrido que he hecho nunca, hay caminos de cabras con más glamour que eso.
Lo curioso es que pasaba por pueblos, no por uno, sino por unos cuantos: Bethel, La Técnica… Esta era una auténtica Guatemala, alejada de los focos. Además, eramos el vehículo más lento, nos pasaban como aviones motos con 3-4 personas, otras furgos, coches y hasta bicis. Los baches y socavones nos impedían ir a más de 30 Km/h, pero aún así los saltos que dábamos todos en la furgoneta te hacen gracia al principio y luego ni pizca cuando tu cabeza da contra el techo varias veces… Además el conductor dijo que no pararía hasta llegar a la frontera, por lo que teníamos todos un hambre y unas ganas de ir al baño, más la alegría en el cuerpo por el trayecto.
Empecé a entender porque se salía a las 5:00 am. tenía que dar tiempo a Palenque antes del día siguiente y a ese ritmo es complicado. La verdadera razón es que la frontera de Guatemala cierra pronto y es necesario hacer el paso por la mañana.
Tras 2 horas por la “carretera del infierno de las cabras” llegamos al puesto fronterizo de Bethel en Guatemala. Y si queríamos diversión, pues aquí más. Había leído que para salir del país se aplicaba una tasa de 20 quetzales, pues bien, con mi restringida política económica guarde esos 20q, ni un solo quetzal más, tenía euros, dólares e incluso pesos mexicanos. Pues bien, pasan las 3 señoras mexicanas, sin problema; llega el turno del japonés, llamado chino por el agente, y le pide 40 quetzales, a lo cual él accede y le paga; es mi turno y no sabía muy bien como iba a salir de aquello sin darle dólares o euros. Es mi turno, pide pasaporte y 40q, le digo muy amablemente que estoy saliendo del país tras un largo viaje y sólo me quedan 20q. Su respuesta: “buenos son”, se lo di y me selló. Siempre me quedará la duda de si tenía el día feliz, se conformó porque le sacó al “chino” los 40q o realmente no había que pagar nada… bueno, ya teníamos el sello de salida de Guatemala.
Barca, taxi y furgoneta hasta Palenque.
Continuamos el trayecto con la furgo hasta el río Usumacinta, México quedaba al otro lado. Bajamos todo el equipaje y nuestro conductor gestiona para que nos crucen en la siguiente barca. En este lugar, apenas hay unos puestos de comida, un puesto que vende agua y 4 casitas humildes.
Cruzando el río que separa Guatemala de México
A los 5 minutos cruzamos la “frontera fluvial” y en 2 minutos estamos en la otra orilla, ya estamos en México. Ahí en medio de la nada, sólo hay taxis, ni rastro del puesto fronterizo y menos aún de donde queda Palenque, que según mi mapa mental está bien lejos todavía.
El grupo se separa, las señoras toman un taxi hasta otro destino y el chino/japonés y yo seguimos juntos. Tiene mérito lo de este chico, porque sin hablar casi inglés y menos aún español viaja solo por el mundo, siempre hay gente que te sorprende. Ahora es el barquero quien le da indicaciones a uno de los taxistas para que nos lleve al siguiente checkpoint, que ni idea cuál era. Montamos en el taxi y a los pocos minutos ahora sí aparece el puesto fronterizo de entrada a México. Rellenamos el impreso de entrada, nos ponen el sello y ya estamos oficialmente en territorio mexicano.
A los pocos kilómetros el taxista se detiene en lo que podríamos denominar “un pueblo”, si a eso consideramos 10 casas y un camino de tierra como carretera. Turno del taxista para dar indicaciones a un chico que está junto a una furgoneta para que nos lleve a Palenque. Parece que por fin no cambiaremos más de transporte.
Tras unos minutos esperando a que llegaran más pasajeros, salimos y pregunté el destino final. Sí, nos llevaba a Palenque, pero quedaban 150 Km.!!! no me lo podía creer, eran las 13:00 y todavía quedaba eso… bueno es la ventaja de viajar solo y sin prisas, las explicaciones me las daba a mí mismo, además no había otra opción.
El destino final: Palenque
Comenzamos el trayecto y nada más avanzar unos kilómetros nos hacen parada en un control de carretera, pero no es de policía, es un control revolucionario por atravesar la selva Lacandona, cobrado por señores con metralleta. El precio es ridículo, pero sólo nos cobran a “el chino” y a mí, además el pago se hace por la ventanilla de la furgoneta sin apenas detenernos. No entiendo demasiado, pero por el precio tampoco quiero preguntar, además te dan un resguardo de pago…
Ahora sí, con el impuesto de acceso pagado continuamos el viaje, pero a los 5 minutos, el conductor comienza a ir despacio, extremadamente despacio, a unos 10 Km./h, no exagero si digo que todas las bicis y personas caminando nos adelantaban. Así estuvimos más de 20 minutos, a ese ritmo sí que no llegaría a Palenque ni mañana… pero todo tenía una explicación, había recibido una llamada para llevar más pasajeros y los traerían donde él estaba en taxi, por eso había que ir lento… Los mexicanos que iban en la furgoneta, alguno iba borracho, mucho, comenzaron a impacientarse y le lanzaron algún improperio cariñoso. El conductor no se inmutaba y a los 30 minutos (avanzamos 5 Km) llegó el taxi con los nuevos ocupantes: un señor que viajaba solo, un chico joven y una pareja. Nada raro sobre el papel, pero sí lo había y mucho…
Viajando con sorpresas.
Como parece que ya estamos completos y el conductor decide recuperar el tiempo perdido (condujo a 100 Km/h todo el trayecto) veo un buen momento para cerrar los ojos y dejar el tiempo pasar. En qué momento se me ocurriría… No habían pasado ni 10 minutos, cuando pasó la escena más surrealista que he visto en un viaje.
Un fuerte frenazo, abro los ojos, veo a dos furgonetas de la policia mexicana, exactamente agentes de inmigracion, cortándonos el paso. Y aquí todo pasó muy rápido, el chico joven intenta abrir la puerta, no puede, abre la ventana, ¡¡se lanza por ella!!, se cae al arcén, se levanta y echar a correr selva hacia adentro… no llega muy lejos, lo persiguen 3 agentes que lo cazan como a un conejo al minuto. Se lo llevan a la furgo, uno cazado, nos llega el turno a los demás. Estaba medio tranquilo, porque no tenía nada que ocultar, pero la incertidumbre te puede en esos momentos. Me giro y le digo al chino/japonés que está todo bien, que se tranquilice. Me mira sin entender nada, ni de mis palabras ni de la escena.
Llega el agente al mando, imponente y flanqueado por otros 2 compañeros, abre la puerta de la furgoneta y obvia hablar con los mexicanos, se dirige primero a mí, me pide pasaporte, lo revisa y la pregunta universal: “Madrid o Barcelona”, alucino, pero lo mejor que se me ocurre responder, insensato de mí: “Atlético de Madrid”, sonríe el agente. Le toca el turno al japonés, que de nuevo es llamado “chino”, le explico al agente que viajamos juntos desde Flores y, tras revisar el pasaporte, no pasa nada, se lo devuelve.
Sin embargo, la liebre salta cuando hace bajar de la furgoneta a los otros 3 que vinieron el taxi: al señor y a la pareja. Les comienzan a hacer preguntas, le piden el pasaporte, pero no responden o no saben responder. Ahí es donde me percato que la chica no llegaría a los 13 años, le hacen muchas preguntas directas, ella no dice nada, sólo mira a su acompañante. Puede ser un tráfico de personas, lo pienso yo, lo piensan los mexicanos, la policia los detiene.
Continuamos el trayecto, quien dijo que viajar no es emocionante! Y ahora os preguntaréis, quiénes eran esos, de dónde habían salido, pues la solución queridos amigos es que eran todos de “El Salvador” y habían cruzado la frontera ilegalmente para quedarse en México. El taxista era cómplice y el conductor de mi furgo medio también, aunque se libraron ambos… El surrealismo de esta escena me acompañó durante el resto del trayecto, no pude dormir más, no quería volver a despertar con otro disparate.
Llegada a Palenque.
Sobre las 15:00, casi 10 horas después de haber salido de Flores, llego a Palenque. No tengo alojamiento, pero lo que sí tengo es un hambre de morir en una isla. El calor aprieta, casi 30 grados, así que mochila al hombro me pongo a buscar alojamiento, me dirijo a uno que tenía visto. Me ofrecen una compartida por 135 pesos (7,5€), me vale. Y luego acudo raudo y veloz a buscar un sitio para comer, encuentro uno cerquita por 50 pesos con un pollo con arroz que está para chuparse los dedos.
Levanta muertos: pollo con arroz y alubias en Palenque
Y después de todo, me ducho, descanso y reflexiono sobre todo lo que ha pasado.
Ha sido mucho, ha sido bueno, ha salido bien, ha sido un disparate de frontera. Lo he conseguido, estoy en México, estoy en Palenque. Me encanta viajar!