Hay quien tiene el don de ponerse encima cualquier prenda, y conseguir acaparar miradas de admiración por la calle... Igualito que nosotras que, cuando no tenemos el día, y aunque lo tengamos...., acumulamos montañas de ropa encima de la cama hasta dar con el modelito "perfecto"... Y otro tanto ocurre en decoración; hay quien coloca un libro, una lámpara torcida y una pera... ¡y le queda un bodegón de esos que te hacen suspirar de bonito! Lo mismo que ocurre con el vestuario, cada rincón de nuestros hogares es el resultado de mucho ensayo y error, hasta dar con la composición que más nos complazca; nada de lanzar la pera, como quien no quiere la cosa, y acertar a la primera... En realidad, como para la mayoría de los mortales, todo en la vida suele ser producto del esfuerzo, y pocas cosas son fruto de azar... Sin embargo, la ya famosa pera de abajo fue la que nos llevó a esta "sesuda" reflexión sobre los dones, lo que, a su vez, hizo que reparáramos en la fruta, y en su gran poder decorativo... Una cadena deductiva en toda regla, ¿no os parece?... ¿Será que tenemos ese don?
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