Hay quien asegura que Andalucía se ha convertido en el laboratorio de la nueva derecha española. Tras los resultados de las últimas elecciones autonómicas, PP, Ciudadanos y Vox se aprestan a unir sus votos para desalojar al PSOE del ejecutivo, en el que ha permanecido durante casi cuatro décadas. La presumible facilidad con la que ahora se predispone a pactar la derecha contrasta con ciertas reticencias de la izquierda contemporánea.
En abril de 1979, después de las primeras elecciones municipales que se celebraron en nuestro país tras el franquismo, el PSOE y el PCE pactaron sin complejos en cientos de ayuntamientos para gobernar e impedir así que lo hiciera la UCD de Adolfo Suárez, que recordemos fue la que, globalmente, ganó aquellos comicios. Sin embargo, pasado el tiempo, los vigentes protagonistas en esa esfera del espectro político parecen ponerse muy estupendos de cara a alcanzar determinado tipo de acuerdos.
En diciembre de 2015, el PSOE, Podemos e IU tuvieron en su mano desbancar al PP del Gobierno de España, como consecuencia del resultado de los comicios generales celebrados entonces, en los que los socialistas obtuvieron 90 escaños, por 69 de la formación morada -con sus coaliciones autonómicas- y 2 de IU. Se antoja que buscar los escasos votos restantes para superar los 175 necesarios, e investir a Pedro Sánchez como presidente, no hubiera sido empresa demasiado complicada. Sin embargo, la aproximación del PSOE a Ciudadanos, con la firma de un acuerdo programático explícito, espantó y alejó al partido de Pablo Iglesias de esa pretensión, por lo que hubo que ir a una nueva convocatoria electoral en junio de 2016. En aquella oportunidad, el PSOE obtuvo 85 escaños, por 71 de Unidos Podemos y sus coaliciones -en las que ahora sí se incluyó IU-, pero aún más lejos del resultado de 2015.
Con todo, en mayo de 2018, tras las resoluciones de la Audiencia Nacional sobre la trama Gürtel y la implicación del PP, se presentó la moción de censura a Mariano Rajoy, que salió adelante con esos votos más los de diversas formaciones nacionalistas catalanas y vascas y el parlamentario de Nueva Canarias (180 en total), la abstención de la diputada de Coalición Canaria y el voto contrario del PP, Ciudadanos, UPN y Foro Asturias (169).
Volviendo a Andalucía, PP y Ciudadanos continúan allanando el camino del popular Juan Manuel Moreno Bonilla hacia el Palacio de San Telmo, sede de la presidencia de la Junta. Lo anunciaron, incluso, antes de que la gente fuera a votar, subrayando que su objetivo último sería echar a Susana Díaz y desmontar “sus chiringuitos”. Pero necesitan los 12 votos de Vox para ello y estos, a priori, no parece que vayan a llegar por arte de magia y sin nada a cambio. El toque de atención sobre la ley contra la violencia de género es solo el inicio de una serie de ‘advertencias’ de alguien que no se conformará con ser el convidado de piedra en esta fiesta.
El próximo 16 de enero tendrá lugar el pleno de investidura del nuevo presidente y Juanma Moreno quiere llegar al mismo con los deberes hechos. Por eso el PP de Pablo Casado se sienta sin contrición a hablar con Vox, le otorga un puesto en la mesa del parlamento, negocia, firma, hasta se fotografía, le ofrece contrapartidas e intenta presentar a la formación de Santiago Abascal como la cara amable que se ubica a su derecha y no como la sucursal española de los postulados que en Francia defiende Marine Le Pen o en Italia, Matteo Salvini. A Ciudadanos, por su parte, sus socios europeos le han impuesto una especie de orden de alejamiento de tales contactos, aunque parece que los de Albert Rivera se dejarán querer tras lo que de ahí salga.
Y mientras tanto, la izquierda debatiendo si son galgos o podencos. En la Región de Murcia, por ejemplo, ni siquiera siendo capaz de llegar a un acuerdo para concurrir juntos, Podemos e IU, a las próximas autonómicas y municipales, en tanto el PSOE anda sacando sus números y cortejando a Ciudadanos por si la suma de ambos les diera para alcanzar el Palacio de San Esteban, en mayo de este año, desalojando al PP tras casi cinco lustros en el gobierno. Y es que mucho se ha hablado del régimen de los ‘sociatas’ en Andalucía, que iba para 37 años, toda una vida, ciertamente, un desespero, mas conviene no olvidar que aquí llevamos el mismo camino con los populares, en el machito desde 1995. Y ya se sabe, por experiencia, que la falta de alternancia suele generar toda suerte de cortijos, corruptelas y nepotismo a diestro y siniestro. A la vera del Guadalquivir, pero también a la del Segura. Aunque no sea descartable si prospera el experimento andaluz que, siempre que la aritmética lo permitiera, se exporte a la vecina comunidad murciana el tripartito PP-Cs-Vox, a pesar de la escasa o nula costumbre que a la hora de gobernar en minoría, procurando pactos y acuerdos con otras fuerzas, tenemos por estos lares. En fin, que solo cabe desear, de cara a lo que se nos pueda avecinar, eso de que Dios reparta suerte, como cantaban, en aquellos ochenta que ya nunca volverán, los rockeros toreros de Gabinete Caligari