Quienes me conocéis sabéis que soy muy crítica en general con el ejercicio de la medicina fuera de la evidencia científica, y en particular con la práctica de la ginecología y obstetricia basada en "opinología y creencias personales". A veces, pueden haberse malinterpretado mis escritos, mis mensajes o palabras como si mi discurso estuviera en contra de todos los ginecólogos del mundo... y no hay nada más lejos de la realidad.
En primer lugar porque tengo grandes amistades que ejercen la gineco-obstetricia con gran vocación e interés pero especialmente con respeto por las mujeres. Gente que practica la medicina basada en la evidencia, que se recicla constantemente y que está abierta a escuchar y a tratar a cada mujer como un ser único.
En segundo lugar porque mi padre ejerció durante muchos años esta especialidad y fui testigo de ello. Creo que alguna vez conté que cuando era pequeña no lograba entender porque había tanta diferencia entre mi casa y la casa de una amiga cuyo padre se dedicaba a lo mismo. Ambos eran profesionales de prestigio en su ciudad y parecía que mi familia no podía acceder a todas las cosas bonitas de las que mi amiga disfrutaba en su casa. Yo vivía en un piso, ella en un chalet y aunque íbamos al mismo cole, se notaban esas "diferencias". Con el paso de los años me di cuenta de que atendía los partos que podía, no los programaba según su agenda y por eso me tocó pasar alguna Noche Buena o cumpleaños con mi padre "de parto". Entonces me enfadaba. Hoy me siento muy orgullosa de ello. Con esto no quiero decir que jamás se haya equivocado o que todo fuese perfecto, pero miro hacia atrás y sé que fue uno de "los buenos" o por lo menos, siempre intentó serlo.
Hace mucho tiempo que desde las barricadas maternas se bautizó a aquellos especímenes de la vieja era -esperemos que pronto en extinción y sustitución por nuevos valores- como "ginesaurios". Un ginesaurio no es otra cosa que un señor doctor que aprendió muchas cosas en sus años mozos y nunca más las revisó. Que limitó su actualización al intercambio de palmaditas con otros ginesaurios de la época y que redujo a la mujer a ser su "objeto de estudio", dejando muy clarito quién mandaba en la sala de partos. Generalmente tiene una personalidad machista y seguramente un gran complejo de inferioridad que oculta tras su bata. Parece un personaje de ficción, propio de pelis viejas y rebuscadas... pero increíblemente existen aún en estos tiempos. Y ojo, no digo que sea hombre... puede ser también mujer.
Un ginesaurio no pregunta: ordena. No escucha: manda callar. No pide permiso para nada: se siente dueño del cuerpo que examina. El otro día me contaron un chiste que los define perfectamente: En qué se diferencian un ginesaurio y Dios? Fácil: En que Dios no se cree ginecólogo.
Pero no quiero ser tan radical. Sé que no siempre se reduce a mala intención o misoginia. Hay ginecólogos que de verdad creen que hacen lo mejor para las mujeres y están convencidos de que ayudan... gente que aprendió así y que repite una y otra vez un patrón sin ninguna maldad, por puro convencimiento. No es fácil cambiar cuando se ha hecho "siempre así".
Por otro lado, intento comprender la difícil situación de aquellos residentes de ginecología o residentes de matrona que están bajo la tutela de un sistema caduco de enseñanza. Chicos y chicas que están ávidos de aprender y buscan e investigan... que leen y descubren que hay otras formas de hacer las cosas. Sé que muchos de esos estudiantes viven tristes sin poder hacer nada porque tienen como profesores a ginesaurios retrógrados que no permiten que las nuevas ideas circulen por las aulas. Al revés: castigan y apartan a quien se atreva a chistar.
Y admiro a aquellos profesionales que cada día se juegan el pellejo, el cargo y la autoestima por pelear por los derechos de las mujeres. Para mí es fácil criticar el sistema y despotricar contra todos estos saurios que tienen nombre y apellido y firman documentos en los que no creen; aquellos jefes de servicio que desde su metro y medio de humano se sienten por encima de todos y de todas. Sí... es fácil para mí escribir, alzar mi voz porque soy SOLO UNA MADRE. Admiro a aquellos profesionales dedicados a la obstetricia (ginecólogos y matronas) que día a día pelean contra el sinsentido, actúan bajo nocturnidad, acompañando mujeres y no "haciendo partos". Sé que su labor es difícil y poco agradecida, porque si algo sale mal... serán juzgados y condenados sin ningún tipo de concesión, no sólo por sus pacientes sino por sus colegas.Lo sé yo y lo sabemos las mujeres que estamos en este activismo. No creáis que los odiamos a todos... no es así.
En fin.... con todo esto sólo quería contaros que sé que los buenos ginecólogos existen. Y que no se reduce a la aplicación de la buena praxis (que también), sino que se extiende a valores más humanos: a la calidez, a la humildad de reconocer que pueden estar equivocados, a las ganas de saber y conocer más sobre su profesión, sobre los descubrimientos que hay a diario. Médicos que empatizan y respetan a las mujeres sin importar de dónde sean, el color de su piel o sus creencias. Que actúan cumpliendo lo que un día juraron porque aman lo que hacen.
Este fin de semana he tenido el inmenso placer de conocer a una de ellas. He estado en su consulta maravillosa, pensada en cada detalle, amigable desde la entrada. Me he sentido emocionada de escucharla hablar como mujer y como médica. Me pregunto si los lugareños saben del gran valor que esconde este pueblo de la tierra de barros...
Gracias Miriam por hacer todo lo que haces y especialmente por cómo lo haces. Gracias de verdad.