Revista Cultura y Ocio

De gripe y sangrados de luna llena

Publicado el 06 febrero 2015 por Elarien
De gripe y sangrados de luna llenaHouse empezó con síntomas de gripe durante el fin de semana. En el hospital, una de las enfermeras del servicio cayó el viernes y la segunda lo hizo el miércoles. No obstante yo vivía feliz y tranquila, me creía inmunizada. Aunque este año no habían acertado con el pronóstico de la vacuna, me pasé la semana de Reyes, mis vacaciones navideñas, a rastras y medicada. Estaba convencida de haber vencido ya al virus.
Mi confianza comenzó a flaquear el miércoles al salir del hospital. Me notaba la garganta áspera y, al llegar a casa, mi nariz empezó a comportarse como una fuente. De aperitivo me tomé un antiinflamatorio con la esperanza de cortarlo pero bien podía haberme preparado una tapilla más sustanciosa para el efecto que me hizo. Al final, harta de chorrear mocos, me coloqué un pequeño tapón (no es lo más recomendable pero sí lo más práctico).
Me levanté el jueves echa unos zorros. Después de dormir a trompicones, salí de la cama para medicarme, recuperar el sueño en esas condiciones era imposible. Mis jueves son épicos, mis pacientes vienen incluso de otras provincias y, a pesar de mi estado lamentable, si era capaz arrastrarme, no debía faltar. Para colmo me tocaba guardia, aunque albergaba la esperanza de que mis compis se apiadasen de mí, y me la cambiaran, como sucedió (gracias).
Mi programación del día consistía en atender la urgencia, los imprevistos, hacer escleroterapia a mis Rendu-Osler y curar la planta. Con ese panorama dudaba que fuese a tener un segundo libre, lo que no sabía es que iba a andar tan apurada que la descarga masiva de hormonas de estress me ayudarían a sobrellevar mi viremia.
No sólo había epidemia de gripe sino, al parecer, también de hemorragias, posiblemente culpa de la luna llena. Habían llegado a la Urgencia un par de pacientes con sangrado severo asociado a crisis hipertensivas. La sangre agobia y, tanto ellos como sus familias, venían muy asustados. Les hice ver el lado positivo: en una subida de tensión es mucho mejor sangrar por la nariz que por cualquier otro lado, sobre todo si uno de los candidatos es el cerebro. Es curioso pero, una vez que lo ven así, mejora su actitud.
Taponar bien una nariz no es fácil, en ocasiones es muy complicado y, a lo largo de la mañana, se repitieron ese tipo de casos. Estuve a punto de desesperar con uno de los enfermos de urgencias con una epistaxis posterior, después de pasar de un tipo de tapón a otro, y luego a otro más fuerte, y más molesto, anduve en un tris de colocarle un "neumo" (un engendro provisto de un par de balones que se rellenan de suero para hincharse como un globo, una auténtica tortura que procuro evitar). Afortunadamente parece que la amenaza bastó para salvar la situación y no fue preciso llegar a ese extremo. Menos suerte había corrido uno de los ingresados que, además, había tenido la desgracia de resangrar cuando cumplía el plazo para quitárselo, con lo que se había ganado una prórroga del neumo y más presión de suero. ¡Pobre hombre!
Una de mis pacientes de Rendu traía grandes noticias. El día anterior había estado en el hematólogo y había remontado la anemia. Estaba encantada, y yo también. La tengo que infiltrar con frecuencia para mantenerla controlada y me puse a ello. Ignorábamos lo que nos aguardaba. Apenas habíamos empezado cuando comenzó la hemorragia. Hacía mucho tiempo que no sangraba así, imposible saber el origen. Sólo podía taponar, apretar y esperar a que el taponamiento hiciera efecto y aquello cediera. En lo más álgido me avisó el anestesista porque iban a extubar al oncológico intervenido el día anterior. Mi auxiliar le explicó lo peliagudo de mi situación y se avino a esperar unos minutos. En cuanto el flujo de sangre se cortó, dejé a la paciente en el sillón, con la promesa de regresar, y salí pitando a la Rea donde, por suerte, todo se desarrolló sin problemas.
Regresé a la consulta y confirmé con alivio que mi enferma seguía bien. Atendí al resto sin más complicaciones, aunque aún me pesaba en el estómago la sensación de impotencia ante la hemorragia anterior. De camino a casa me relajé y los síntomas gripales reaparecieron en todo su esplendor. Auguro que albergan la mala intención de quedarse unos días conmigo, y sin pedir permiso.


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