Sobre las Fiestas de San Fermín y la Plaza de la Libertad
Para cuatro líneas que escribo a la semana, no voy a mentir a nadie. Puritano, lo que se dice puritano, nunca he sido. A mí lo de los pechos me vuelve loco, y los culos, y la cerveza y un güisquito el fin de semana, o el katxi y los litritos para recordar instantes de juventud, y un pacharán para bajar la comida…; vamos, que si hay que salir de fiesta, ahí estoy el primero.
Además, también soy de mente abierta, y cuando veo a un individuo metiéndole mano a una individua, no pienso al instante que el sujeto está más salido que un mandril, ni que la pájara va calentando pollas, ni que ha sido un cúmulo de incidentes… Vamos, por norma, ni el chaval es muy formal ni la chavala estaba mareada y no sabía lo que hacía. Pueden ser muchas cosas, y hay que analizar los hechos antes de que aparezcan las “feminazis” y los machos alfa.
Imagen que utilizó el diario “Público” para ilustrar el acoso en los sanfermines.
Hoy, quinto encierro, empiezan a circular noticias nada agradables de las Fiestas de San Fermín, unas celebraciones que cada año se radicalizan más, según cita la prensa. Abro varios diarios y leo los siguientes titulares: “Asco en el Tahrir pamplonica” o “7 de julio… agresión sexual”, me entero que vivo en la inopia, que hace años que se está vejando a mujeres durante las fiestas, que se agrede, que se viola, que la gente se excede y, lo peor de todo, que se permite y se encubre.
Primero, debo decir que el primer titular me parece desacertado, ya que la plaza Tahrir nada tiene que envidiar a la marca España: una sociedad adormecida y aletargada que normaliza conductas bestiales, amparadas en el tradicionalismo más extremo; una sociedad que permite que las clases dirigentes nos puedan robar miles de millones, pero que culpa a los autónomos y los propietarios de pymes y microempresas; que la educación y la política dan asco, pero que es mucho mejor salir a la calle a celebrar las victorias e incluso las derrotas futboleras.
Segundo, la Plaza de la Liberación —un nombre no muy acertado— y las fiestas patrias se me asemejan en la cantidad de gilipollas que las pululan. La gente se extraña de que estas cosas sucedan en unas celebraciones donde la diversión consiste ya no en beber hasta la extenuación, sino en acabar borracho perdido y colocarse delante de un hato de toros, poniéndose en peligro a ellos y a todos aquellos que se encuentren cerca; conduciendo a las reses hasta la plaza, donde se les clava garrocha tras garrocha hasta la muerte. ¿Qué esperamos? ¿Nos creemos adelantados a nuestro tiempo? ¿Creemos que España es mejor que Egipto? ¿Quién coño les ha dicho eso? Porque les ha mentido.
Si en este país te quedas en tetas o en cueros, te van a sobar, a magrear y se te van a pasar por la piedra (si les dejas). Las chicas que por inconsciencia, idiotez o borrachera se suman a la fiesta deberían cuidarse de lo que hacen, y no porque no puedan, sino porque, en este país, no deben. Porque este país está lleno de imbéciles que son los verdaderos animales, que se creen con la potestad de lancear, patear, lanzar o decapitar a cualquier ser vivo. Y ahí tienes las ardillas desmembradas en Robledo de la Chavela (Madrid), el burro vejado hasta cualquier tipo de límite en Villanueva de la Vera, los toros de la Vega lanceados en Valladolid, y la madre que los parió a todos.
En definitiva, que sí, chicas, que tenéis todo el derecho del mundo a sacaros las tetas en la calle —del mismo modo que yo tengo razón si no freno al ver que un camión se salta una señal de stop—, pero que no os engañen, que este país no tiene nada de adelantado ni de liberal, y cabezas que piensen cada vez quedan menos.
Entradas relacionadas:
- Asco en el Tahrir pamplonica
- 7 de julio… agresión sexual